Prólogo

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Era un día gris, las nubes tapaban el sol como si de una cortina se tratase y el ambiente era fresco debido al viento sur que soplaba, todo indicaba que una tormenta se avecinaba.

Esto fue visto por un par de ojos a través del cristal, ojos que poco a poco iban perdiendo el brillo y que apenas podían ver mucha desesperación, tristeza y angustia a su alrededor. Mientras poco a poco todo se iba oscureciendo hasta quedar en una oscuridad absoluta.

La persona dueña de los ojos ya no podía ver nada, el dolor y la desesperación que recorrían su cuerpo habían desaparecido como por arte de magia. No sentía sus piernas, sus brazos, no sentía nada y no sabía en donde se encontraba. Para colmo no recordaba nada sobre él.

Quien era, que hacía de su vida, sus familiares, sus amigos, sus amores, sus recuerdos y todo lo que era, todo se había esfumado de su mente como si la oscuridad y el vacío que sentía en donde estaba se habían instalado en él. Esto lo alteró, pero no tenía a donde ir, no podía moverse, era como si no tuviera cuerpo, como si simplemente no existiera. Trató con todas sus fuerzas de recordar su vida, pero no lo conseguía.

La resignación comenzó a ser su única alternativa, se tranquilizó y se preguntó así mismo si estaba muerto, lógicamente él no sabía cómo era estarlo, pero pensó que si algo se le parecía era lo que él estaba viviendo. Fue entonces que un pequeño recuerdo le vino a la mente, como una estrella fugaz cruzando el cielo a gran velocidad vista desde lo lejos en un sendero oscuro, iluminando aunque sea un instante la oscuridad del lugar.

Ese recuerdo aunque no le aclaró la situación, ni le hizo recordar su vida. Le ayudó a saber su identidad. Él había recordado su nombre, por eso trató de que le viniera a la cabeza algo más, pero trató y trató y no, nada más recordó.

Sentía que el tiempo en ese lugar no corría, sin embargo, sentía que ya había estado una eternidad en esa situación. Su único consuelo era saber que se llamaba Joaquín.

Fue entonces que de un momento a otro sintió que estaba recostado sobre tierra, por primera vez desde que estuvo en la oscuridad sintió sus brazos y piernas, cerró sus puños agarrando un poco de tierra, la cual estaba húmeda. No entendía que pasaba, así que abrió los ojos y la luz lo cegó por un momento hasta que pudo ver un cielo gris sobre él.

El limboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora