Capítulo 27

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Todos observaron al pequeño payasito, quien como siempre parecía burlarse de todas las desgracias que pasaban, esto les era molesto, pero debían admitir que ya no les molestaba tanto como antes esa situación, no sabían si era porque se habían vuelto más fuertes o si simplemente ya se habían acostumbrado a la escena donde Arlequín aparece de la nada con su risa molesta siendo seguidamente gruñido por kaiser. Ya lo habían vivido varias veces y sabían que cuando estaban en esa situación era porque habían sobrevivido a una peor y que estaban avanzando, lo cual les era esperanzador.

Arlequín los miró y los pudo ver a todos agotados, pero felices de estar a salvo, se dio cuenta que su risa ya no causó el mismo efecto que antes, entendió que sus guiados ya tenían bien digerida su situación en aquel lugar. Esto hizo que dibujara por unos instantes una expresión de frustración, para luego nuevamente regalarles una de sus perturbadoras sonrisas.

—Parece que perdieron el sentido del humor—dijo Arlequín bajándose de la cerca de un pequeño salto.

—O tal vez ya no eres simpático—expresó Matías con la intención de molestar al payasito, quien lo miró con expresión burlona, como subestimándolo.

El pelirrojo pensaba como todos sus amigos, aquel payaso nunca había sido divertido, pero se refería al efecto que este tenía sobre ellos, hasta la propia Leti se sentía más segura al estar con sus "tíos" y no le temía tanto al peculiar personaje.

Las cosas se calmaron un poco, Margarita se limpió las manchas de sangre que tenía sobre ella y se cambió su ropa, ya que Mila le había prestado algunas vestimentas que había conseguido en donde había sido su casa. La mujer pidió a sus amigos que no la miraran ya que ella, no quería entrar al bosque para tener privacidad. Tanto Joaquín como Matías lo hicieron sin problemas, pero Arlequín apropósito la observaba con una expresión burlona.

—Date vuelta payaso estúpido—dijo Matías recibiendo otra sonrisa del payaso que obedeció al pelirrojo.

Margarita se puso una calza más cómoda y una remera de color blanco con una flor grande dibujada en el centro. De esta manera continuaron con su travesía por aquel camino de tierra.

Encabezados por el payaso, los cinco caminaban sin apuros por el camino de tierra, pisando hojas secas y sintiendo el frío viento que soplaba en el lugar, el cual muchas veces no dejaba que su caminata fuera del todo cómoda.

—No fue una muy buena idea esto del cambio de ropa—se lamentó Mila sintiendo un poco de frío, ante una pequeña risa de Arlequín, la cual molestó a la castaña.

El grupo siguió caminando y como ya se lo estaban esperando, llegado a cierto punto del camino, Arlequín comenzó a silbar, ese agudo sonido que tanto los inquietaba retumbaba nuevamente en sus oídos, pero como ya lo habían pensado antes, estar en esa situación era mejor que estar en la zona de algunos de esos monstruos a los cuales se habían enfrentado.

A todos les fue sencillo ignorar el silbido, porque cada uno se encontraba sumergido en sus pensamientos, pensando en las cosas que se habían enterado sobre sus vidas, menos Joaquín, quien pensaba más bien en dos cosas, la primera era sobre que era esa luz que los ayudó a salir de la ciudad de la ira y la otra cosa era cuanto les faltaba para llegar a la luz, porque ya sentía que el viaje se estaba haciendo muy largo. Kaiser por su parte entretenía a Leti para que la niña no pensara en nada malo, ya que ella si había tenido un vistazo a su vida a diferencia de su tío Joaquín.

De esta manera había pasado mucho tiempo, tanto que podían jurar que habían caminado kilómetros, sin dejar de tener el mismo paisaje, el oscuro y frío bosque en su costado y el camino de tierra, que ya les parecía infinito, delante.

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