Capítulo 7

40 2 0
                                    

Caminando ya un largo lapso de tiempo, nadie podía definir en qué momento del día se encontraban, es más, no podían calcular cuánto tiempo había pasado desde que despertaron en aquel loco camino, era imposible puesto que no tenían reloj y en ningún momento oscurecía o amanecía; el cielo siempre se encontraba nublado. Pero si algo realmente demostraba que ya había pasado un buen intervalo de tiempo desde su llegada, era el cansancio que Joaquín y Mila demostraban.

Al contrario de estos, Matías se mostraba muy fresco, aun habiendo pasado un momento de mucha tensión ya parecía nuevamente bastante relajado. El pelirrojo caminaba jugando con Kaiser, el perro lo había aceptado, esto fue visto por Joaquín, quien pensó que podían confiar en él, no solo por la aceptación del can, eso era simplemente una confirmación, ya que con todo lo que habían pasado podían asumir que por lo menos el pelirrojo tenía palabra.

En tanto, justamente Matías le preguntó al payaso porque cuando el murió no se encontró con ningún guía. Arlequín lo miró con un silencio extraño y luego se volvió a reír molestando al muchacho, quien no demostró su enojo ante el pequeño bufón. Una vez que paró de reír, se fijó nuevamente en el pelirrojo y le contestó de una manera sarcástica que él era muy valiente y listo y que por eso no necesitaba un guía.

La respuesta no le convenció para nada, él aunque aparentaba mucha seguridad, estaba igual de perdido y sorprendido como lo estaban Joaquín y Mila, pero como no cuestionaría lo expuesto por el payaso, sonrió con una confianza fingida y le aceptó la respuesta.

Aunque Joaquín recordó a los dos hombres que conoció en la posada y se puso a pensar que aquellos hombres les dijeron que fueron recibidos por distintos guías y no dudo en preguntarle sobre esto al bufón.

El payasito, con su molesta risita, le contestó sin titubear al muchacho que él no era el único guía y que morían muchas personas, así que debía haber varios para todos. La respuesta no era tan mala y la seguridad que tuvo el pequeño guía al contestar le daba puntos a su respuestas para tomarla como cierta, pero Joaquín le preguntó esta vez porque iban vestidos de distintas maneras. El Bufón nuevamente contestó muy seguro de que eso se debía a que los guías eran almas a los cuales se les daba esa misión y que por eso iban vestidos de distinta forma. El azabache miró al pequeño personaje y continuó caminando, dándole a entender que aceptó sus respuestas, pero muy dentro suyo había una cosa que no le cerraba, se trataba de que los guías mencionados por los hombres de la posada tenían algo en común, ambos inquietaban a esas personas, de la misma manera que el molesto payasito lo intimidaba a él, aunque debía admitir que se estaba acostumbrando; no dijo nada porque no quería una respuesta conveniente, porque parecía tener una para cada consulta, así que decidió observarlo un poco para sacar luego una conclusión; pero de algo estaba seguro, no le caía nada bien y no era solo porque se trataba de un payaso.

Siguieron caminando, pero el cansancio se apoderó de Mila, quien al no poder más se sentó en la tierra recostándose por la cerca.

—Ya no puedo más—expresó la chica muy agitada—estoy cansada y tengo sueño.

—Podemos descansar aquí un rato—dijo Joaquín sentándose junto a la chica igual de agotado.

—Oye payaso—dijo la chica—si estamos muertos. ¿Por qué nos cansamos, sentimos hambre y sed?.

—Porque sino no sería divertido—dijo comenzando a reír locamente.

La mirada que le clavo Mila al payaso indicaba que no le había gustado nada la respuesta del hombrecito, pero a este parecía no importarle, mantenía su sonrisa sin importar la situación ni el descontento de todos, era como si a ese payaso todo lo que les estuviese pasando le causaba risa.

El limboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora