Capítulo 10

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Comenzaron a correr por el siniestro bosque. La neblina y la poca luz seguía siendo un gran inconveniente para avanzar. Joaquín y Margarita seguían al perro, quien iba velozmente olfateando por todo el lugar, tratando de encontrar algún rastro de Mila o de Matías.

Joaquín se encontraba con una sensación de malestar por todo el cuerpo, ya que de repente sentía que pisaba cosas extrañas y no podía saber si era alguna raíz o alguna persona casi totalmente enterrada, pero como ya se había propuesto, solo se detendría a buscar a sus amigos.

Mantuvo la vista puesta en Kaiser, lo cual era bastante complicado, porque era muy difícil divisarlo con tantos impedimentos y sumado la velocidad con la que el perro se movía, y el cargar a la pequeña Leti en su espalda no lo hacía más sencillo. Notó que Margarita lo seguía muy concentrada, esto era extraño, no porque la mujer fuera desconocida, ya se había vuelto normal confiar en personas que nunca antes había visto, sino justamente eso, lo extraño era que confiar en desconocidos se le había vuelto normal o por lo menos una necesidad, cosa que esperaba que no le causara problemas en el futuro.

En tanto, la niña se sostenía fuertemente del cuello del muchacho, para no caer, mantenía los ojos cerrados, porque el tétrico ambiente de aquel bosque le daba mucho miedo, simplemente quería que tanto Mila como el pelirrojo estuvieran bien y así poder salir de aquel viejo bosque.

Seguir al perro se tornaba cada vez más complicado, a veces el can se alejaba demasiado y les ladraba para que lo ubicaran. A esto Jaoquín le reprochaba al perro, porque hacía ruido y no quería que la diosa del amor los encontrara, aunque algo dentro suyo le decía que aquella mujer no estaba apareciendo porque simplemente no quería.

Trató de no concentrarse en eso y luego de mucha caminata, por fin, Kaiser se detuvo en un punto del bosque, era como si el perro estuviera mordiendo algo. El muchacho bajo a la niña y le pidió que se quedara con Margarita, así de ese modo, Joaquín se acercó donde se encontraba el perro.

El animal estiraba con fuerza una especie de liana, rápidamente reconoció que era una raíz, fue velozmente a ayudarlo y notó que se trataba de Mila. La joven castaña se encontraba inconsciente, amarrada por todo el cuerpo, como envuelta en un capullo, siendo enterrada poco a poco en la tierra.

Al ver esto el chico se alteró, pero sin perder tiempo, empezó a estirar y tratar de quitar las raíces que envolvían a su amiga. Aquellas extensiones de los árboles, eran extrañas, eran viscosas y generaban una sensación asquerosa al tocarlas. Joaquín olió el líquido y se mareó un poco entendiendo que tal vez eso generaba algún efecto en su amiga.

—¿Te encuentras bien?—preguntó Margarita con un poco de timidez, ya que no se acostumbraba a estar con personas.

—Sí—afirmó Joaquín—parece que estas plantas tienen algo que afecta a sus víctimas.

Tras decir esto el muchacho logró romper una de las raíces, pero esta creció nuevamente al instante de haber sido arrancada. El asombro del chico fue grande, perdió lo poco de calma que le quedaba y así junto a su perro, comenzaron a arrancar rápidamente todas las raíces que tenían de prisionera a Mila, pero igual de rápido como ellos las arrancaban estas crecían nuevamente, haciendo inútiles todos los esfuerzos del chico y su perro para rescatar a su amiga.

Leti vio como la persona que más seguridad le daba se comportaba de manera desesperada, cosa que inquietó mucho a la niña, ya que lo único que le daba esperanza en aquel horrible bosque, era el azabache, quien siempre trataba de minimizar los problemas para que no se asustase. Miró a Margarita, quien la estaba cuidando, ella entendió su preocupación y no tuvo de otra que consultar al muchacho si no requería de su ayuda.

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