Capítulo 6

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El sujeto era muy parecido a los otros que se encontraban en el lugar, un ebrio. El hombre vestía de una manera casual, una camisa blanca remangada con algunas manchas de licor, un pantalón vaquero ajado y unos zapatos de vestir en malas condiciones.

Aquel sujeto quien apenas podía enderezarse en su silla, señaló a los jóvenes que se acercaran a su mesa. Algo sorprendidos se dirigieron donde se encontraba aquel hombre, tras haber dicho que podía ayudarlos. Se sentaron alrededor de su mesa y lo observaron algo inseguros, Mila puso una expresión de asco al sentir algo pegajoso al apoyar su mano sobre la mesa, no sabían si podían confiar en el juicio de una persona en el estado en el que este se encontraba.

Con un movimiento muy torpe de su brazo, el hombre acercó la botella a su boca con mucha dificultad, como si de enhebrar una aguja se tratara, y tomó un trago. Luego dejó nuevamente la bebida sobre la mesa y limpiándose la boca con su brazo, invitó a los chicos si querían un poco. Joaquín y Mila negaron aquel ofrecimiento algo incomodos.

La muchacha de cabellos color miel le murmuró a su amigo que no parecía muy sensato confiar en aquel sujeto, pero el señor escuchó eso y posando sus ojos en la chica, expresó lo que sabía.

—Niña. Se más de lo que me gustaría saber de este lugar, créeme. He estado aquí mucho tiempo y estoy seguro que puedo ayudarles a entrar allí—aseguró el señor—eso sí, una vez adentro están solos.

—Está bien. Díganos como podemos entrar—expresó Joaquín.

Cuando el hombre iba a hablar, Mila lo interrumpió y le preguntó porque él estaba dispuesto a ayudarlos. El hombre sonrió dejando ver sus amarillentos dientes y le contestó que era una muy buena pregunta. Así, le comentó que él cuándo despertó en el bosque, supuestamente después de haber muerto, no recordaba nada de su vida, cosa que le fue familiar a ambos. De esta forma, recordó que despertó junto a otras personas y confesó que no le importaba mucho lo que le sucediera a ellos. Continuó diciendo que el guía que los recibió era un militar, que les dijo que debían llegar a la luz, así caminó mucho y llegó hasta la posada. Contó que al entrar intentó escapar, pero que de a poco, al no poder hacerlo, se dejó consumir por los vicios del lugar, hasta esperar el momento que el extraño barman lo lleve por la puerta de la izquierda. Terminó diciendo que era por ese motivo que quería ayudarlos, porque veía sus ganas de vivir, que para él ya era tarde, pero que si ellos lograban escapar, estaría muy satisfecho.

—El señor Gula lleva allí a los huéspedes que ya perdieron toda intención de existir o a las personas que hicieron algo que no le gustó—explicó—también es por eso que no me preocupa ayudarlos. Ahora me llevará por esa puerta por una razón más.

En ese momento, aunque no mucho, empezaron a sentir empatía por aquel sujeto que les ofrecía su ayuda. Lo que les dijo impresionó mucho a Joaquín, porque el hombre había llegado a un punto donde no le importaba su propia existencia y comenzó a sentir miedo por el hecho de que él pudiera llegar a sentirse de esa forma. Así, estuvo más seguro que debían encontrar una manera de escapar de esa posada. Fue por eso y porque no les quedaba de otra, que se prestaron a escuchar su propuesta.

—Está bien. Le haremos caso—expresó Joaquín—díganos lo que propone. ¿Qué debemos hacer?

—No es muy complejo. Crearé una distracción y haré que Gula y su sirvienta salgan—explicó mientras nuevamente apoyaba sus labios a la botella—ahí ustedes rápidamente se escabullirán por esa puerta. Dentro encontraran un pasillo con varias puertas, pero su objetivo es la última, que está al final del pasillo, he visto de reojo que allí es donde lleva a la personas—comentó.

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