Trueques; Viaje a tierras mortales

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El sonido que hacían las botas del lobo al entrar al enorme y sombrío salón llenaban el lugar de un eco, que poco a poco se expandía.

El hombre llegó a donde su Alfa y rey era alimentado de la mano de doncellas vírgenes sin mancha alguna en sus cuerpos.

Se postró ante su señor.

—Rey Marius— saludo con una inclinación— Traigo noticias del rey Edgardo de Ígneo. De las tierras medias. Solicita una audiencia con usted. Al parecer, necesita de su ayuda, mi señor.

Ni siquiera se atrevió a mirar directo a los ojos del intimidante monarca. Marius condenaba por mucho menos a otros lobos que osaban mirarlo a los ojos.

Con su mano despidió a las jóvenes y enfocó su vista en el lacayo postrado a sus pies.

—Con qué Edgardo necesita de servicios especiales. ¡Levanta la maldita frente del suelo y ve! Ve y dile que aceptó una audiencia. Que venga a mí, si tanto necesita de nosotros.

-Como usted diga, mi señor.
Él lobo asintió nervioso y con exageradas reverencias, salió de la presencia de su señor. Había escuchado rumores de que Marius gustaba de cortar cabezas y empalarlas en los limites del reino. Cómo muestra de su dura y titánica jerarquía.

Un hombre joven y con una hermosa estola alrededor de su cuerpo se acerco a su señor. A pesar de la espesa barba, se notaba un atractivo rostro masculino y con una mirada afilada igual a la de un depredador.

—¿Le dará audiencia a ése humano?

- No es algo malo. Es una oportunidad. Edgardo, es dueño de la mayor parte de las tierras medias. Su riqueza es insuperable. Además, tiene mucho poder e influencia. Si tanto necesita de mí le haré pagar un precio que nos beneficia a toda la manada. No desesperes Jhodán. Será a nuestro beneficio.

-¿De que forma mi señor?
Jhodán fruncio el seño, pensativo.

Marius sonrió con malicia y siniestramente.

-Ya lo verás.

...

-¡Sea bienvenido su alteza, rey de Ígneo! Al hogar de los lobos de Jakaár

El rey entró, con todo su esplendor. Sus guardias lo acompañaban de cerca, púes los lobos tenían fama de ser criaturas fieras y descontroladas.

El pequeño salón era calentado por las llamas de la chimenea. Marius no quitaba sus ojos del hombre. Era tan insignificante. Tan débil, que destruirlo sería tan fácil. Pero sí quería lo que ansiaba. Necesitaba de él.

- ¡Señor de los Lobos! He venido a ti, a tus tierras, para solicitar la ayuda de tú más grandioso guerrero.

- Entiendo gran Edgardo, sin embargo, aún desconozco los motivos por los cuales necesitas mi ayuda.

- Mi hija, la princesa Aída, esta por contraer nupcias , con el rey de las tierras de Joutuhydi. Es imperativo que llegué sana y salva hasta su destinó. He buscado, guerreros que sean capaces de enfrentar los peligros que conlleva atravesar esas tierras hostiles. No he tenido suerte. ¡Sólo tú, Alfa rey de lobos puedes ayudarme con tu mejor guerrero!

El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora