"Aida... "

6.5K 715 70
                                    

— ¡Mi señor! El lobo ha llegado al reino — uno de los siervos del rey se acerco y habló. De inmediato, Edgardo sé puso nervioso. Y con razón. Estaba siendo chantajeado por esa sabandija de Marius.

—¡Háganlo pasar, que venga a mi presencia! —

Los escoltas salieron del gran salón.

Una hilera de veinte hombres, a la derecha y izquierda, resguardaban la seguridad de Edgardo.

Viorel, llegó al dichoso reino, estaba más alejado de lo que pensó o recordaba. Este rey, un día había formado parte de los pocos humanos que lucharon en batallas codo con codo con su padre, el verdadero alfa de Jakaár y no el maldito que ahora se sentaba en su lugar.

Los guardias cogieron su arma, su inseparable hacha. Bajó del caballo, y lo escoltaron hasta la presencia del Rey.
No perdía detalle del lugar, era bastante impresionante.

Edgardo, le esperaba ansioso.

— ¡Seas bienvenido! ¿Así que tú eres el mejor guerrero de Marius? Hay fiereza en tus ojos, sin piedad. Eso me gusta —. Estaba complacido.

—No sirvo a los propósitos de esa escoria. Si estoy aquí, he sido obligado a hacerlo. Sin embargo, cumplo mi palabra, y aquí me tiene majestad —no mordió su lengua a la hora de hablar. No tenía miedo de nadie.

De un momento a otro, la atmósfera se torno pesada, abrumadora.

—Ya veo. Desconozco tus motivos, aún así confiare en ti, ya que no tengo otra alternativa. Tu rostro... me es familiar —

Viorel sonrió de lado.

— Soy el hijo primogénito de Rajnar "Alfa" de Jakaár. El único y verdadero rey —. Habló orgulloso.

— ¡¿Tu?! ¿Que acaso no habías muerto?— o eso tenía entendido por los rumores que corrían por las ciudades.

—Bueno, lo estuve. Un largo tiempo. Pero hoy estoy aquí. Cumpliré la misión, con mi vida. — sólo la imagen de su querida hermana era lo que motivaba a su lengua pronunciar semejantes palabras.

— Bien, hijo de Rajnar, el camino será largo y con contratiempos, deberías pasar la noche aquí y partir mañana —

— Con todo respeto... Eso sería un contratiempo. Debo salir cuanto antes. Antes de que la noche caiga— interrumpió osado al viejo rey.—Y si me permite, quiero atender yo mismo a mi caballo, no confió en sus hombres para eso.

Edgardo se sentía ofendido, pero, si lo pensaba, la forma de ser tan cruda y tosca de este lobo sería lo que mantendría viva a su preciada hija.

—Bien, como lo deseés — reverenciando a medias, salio, no soportaba ser tan cortés.

Edgardo, sospechaba mucho de ese hombre, no parecía un guerrero convencional, ocultaba su verdadera naturaleza. Eso le daba una mala espina.

—¡Traigan a mi querida Aida! — anuncio a sus guardias.

Viorel daba de beber al caballo, ataviado con la silla y alforjas de viaje revisó que sus patas no tuvieran alguna herida por las herraduras. Estaba bien. Sólo cansado y hambriento.

— No te preocupes mi amigo. Pronto nos iremos de este lugar. Descansa — acariciaba el pelo del hocico del animal.

No podía sacar de su mente, la imagen de Helen. Temía por primera vez, de verdad temía perder a la única familia que tenía.

Decirlo era más fácil que hacerlo. Toda la manada estaba en su contra, Marius se encargó de envenenar su corazón. Tachando su honor, rebajándolo a un despreciable asesino.

El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora