Epílogo

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"El viaje a concluido. Los caminos, deben separarse. Y así, escribir nuevas aventuras.

Los tiempos del hombre inician. Las leyendas quedan grabadas en la memoria de las personas que recordarán la historia de Viorel; el lobo guerrero que logró restaurar su clan y desposar a una hermosa mujer.

...

El amanecer llegaba con rapidez, iluminando y bañando con sus suaves rayos de luz cada metro de paisaje exterior.

No había podido conciliar el sueño así que, sentado en la orilla del balcón de la torre, veía la magnificencia del reino. Era igual a ver una pintura ser desdoblada y mostrar todo su esplendor. El contraste del cielo fundiéndose a la luz del sol, eran una visión esplendorosa.

El viento fresco de la mañana agitaba sus largas mechas de cabello enmarañado. Negro como la noche. Sus orbes violáceas, brillaban casi doradas con el sol.

Con el torso desnudo inhaló el aire llenando sus pulmones de ese elemento indispensable.

Parecía mentira. Al fin, toda esa pesadilla había terminado. Su manada, había aceptado tenerlo como el nuevo Alpha y no se arrepentían. Las cosas había cambiado con la muerte de Marius. Las personas eran libres y ya no eran más esclavos de un tirano.

Alabaron con canciones y musica su nuevo y prosperó reinado, su liderazgo.

Él los cuidaría, ya que Marius jamás lo hizo.

Los niños correrían alegres por las aldeas y las mujeres vivirían tranquilas en sus hogares. Ya no había más por que temer.

Sintiéndose en paz al fin, después de tanto tiempo y tanto dolor, pudo dormir sin sentir que su vida corría peligro.

Se levantó y caminó hacía adentro de la habitación, cómoda y reconfortante.

Se acercó a la cama. Y sus ojos quedaron prendados ante la visión mas hermosa que sus ojos pudieran haber visto jamás. Sonrió, embelesado.

Aída, dormía plácida en la mullida cama, abrazando las frazadas. Con sus dorados cabellos esparcidos por la cama y dándole un aire de magia y sensualidad.

Subió a la cama y gateo por ésta, hasta quedar encima de ella. Al sentir el movimiento, la chica comenzó a despertar de su sueño reparador.

La sonrisa y los ojos de Viorel fueron quienes la recibieron.

-Buenos días, Reina de los lobos.

Aída, por su parte sonrió con una alegría desbordante. Mostrando esa hilera de perlas blancas y brillantes, esos ojos llenos de vida y color. Sus brazos se abrieron recibiendo entre ellos al lobo.

-Buenos días, mi señor.

Los labios de ambos se unieron, lentos y suaves. Tatuando la sensación en sus corazones y su piel.

El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora