"Viaje de cuatro"

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Todo paso malditamente rápido, no supo en que momento de la charla, habían pasado de unos tragos amargos de licor a estar follando como animales en esa habitación pestilente, de ese burdel de mala muerte.

- ¡Oh Dioses! ¡Eres justo como recordaba lobo de Jakaár! - gritaba la enloquecida mujer de cabellos negros. Viorel, la giro poniéndola en cuatro. La montó, como un semental a una yegua. ¡Ya no le importo la voz de su lobo! ¡Debía saciar esas ganas de saltar encima de Aida!

Esos ojos azules tan destrozados, se dibujaron en su inconsciente. Frustrado por no poder follar tranquilo. Arrojó a la chica al lado de la cama. El se tumbo igual.

Soltó mil maldiciones en diferentes lenguas. ¡Era una maldita maldición!

- ¡Acaso no continuarás! - le recriminó la mujer de exuberante figura.

La miró de reojo, se levanto de la cama, desnudo y aun con la polla semi-erecta, recogió sus ropas y las de a mujer, se las arrojo con fastidio.

- ¡Vistete y largate Ágora, puedes regresar con tu manada y decir que me has visto o quedarte aquí a esperar que cualquier ebrio te rompa el culo! Me da exactamente lo mismo - cogió la botella de licor y la bebió de un sólo tragó.

- No soy estúpida. Ni una ramera. Soy una Roge. No lo olvides, no sirvo a nadie. Menos a mi antigua manada. Además, los chupasangre ya deben saber que estas rumbo a tierras medias. ¡En cualquier momento te harán trizas! - la mujer cubría su cuerpo con las mantas.

Miró extrañada a el lobo, jamás lo había visto dejar pasar de largo la oportunidad de meter su miembro en una vagina. Las mujeres humanas no daban el ancho para satisfacer deseos carnales de seres míticos.

Con fastidio arrojo las mantas y imito al lobo. Vistiendo esa armadura tan extraña que usaba. Viorel la miró de reojo, no sabía por que insistía en hacerse pasar por una humana con esas ropas. A el le bastaba una
espada para cortar la cabeza de cualquier criatura.

- A todo esto ¿Por que alguien como tu se ofrecería en llevar a una simple humana hasta ese lugar del demonio? - la loba tomo una larga daga con incrustaciones de piedras preciosas.

- Eso es algo que no te incumbe, Ágora, ¡Sera mejor que te vayas de esta aldea, antes de que los humanos vean tu verdadera naturaleza! La siguiente luna llena esta próxima. No querrás esas vidas en tu conciencia ¿o si?

La mujer, ladina, con sonrisa gatuna se acercó al hombre hasta quedar a centímetros de su varonil rostro.

- ¿A ti que te protege de la luna? Eres el peor de todos, esa mujer en cuanto vea tu naturaleza, saldrá corriendo como alma que lleva el diablo, y sera el fin de tu cruzada. ¡Eso si no la matas primero! La luna puede cegarte por completo.

Se inclinó hasta rozar sus labios con los de la mujer, tan carnosos y apetecibles.

Su mirada, de ojos grises se clavaron en los suyos.

— ¡Eso es algo que no te importa! ¡No te metas en esto! —. La fulminó con la mirada.

La hizo a un lado dispuesto a salir por la puerta. Pero su voz lo detuvo.

— ¡Necesitaras quien cuide tus espaldas! Sabes que soy la indicada, no confías en nadie... — Con la mano empujo la puerta saliendo de ahí.

Molesto pues esa loba tal vez podía tener razón.

(****)

La chica inútilmente había forcejeado con la puerta, esta no cedía ni un ápice. ¿Por que él muy bruto la había encerrado en ese lugar como a un ave?

El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora