La noche cubrió el cielo, miles de incontables estrellas salieron de su escondite para acompañar a la luna en su labor de cada noche. Iluminar el cielo oscuro con su luz.
Habían decidido quedarse el el mismo lugar, para descansar. Aida dormía plácida, cubierta con las pieles que Viorel llevaba a modo de abrigó.
El por su cuenta, pasaba una y otra vez aquella roca de granito por la hacha, afilando cada vez más la hoja. De vez en vez sus ojos se desviaban a la imagen de la mujer durmiendo. No había duda de que era una niña mimada, pero endiabladamente hermosa como lo que jamás había visto.
Su mente, viajaba al pasado. Éste parecía ser como una sombra que no se alejaba de él.
Lo torturaba, sin tregua.
Su familia entera, asesinada por un cobarde. Y él, arriesgando el cuello por ese mismo cobarde. Por el motivo mas noble que hubiera hecho en su vida, a cambio de su hermana. La única familia que le quedaba.
Tal vez era la mejor manera de morir. Por alguien a quien se ama. O al menos eso quería creer.
Dejó un segundo de pasar la roca por la hoja al ver como Aida se removía inquieta en la comodidad del musgo.
Se acercó, la fogata calentaba a la perfección sus cuerpos.
Intrigado la miraba, sus labios entre abiertos. Como dos fresas maduras. Suaves y dulces.
De forma paulatina paso sus dedos por ente los cabellos. Acerco sus labios a su oído. El aliento tibio choco contra su mejilla pálida.
- Duerme. Yo cuidare de ti... duerme - lo reconocía, no sabía como tratar a una doncella.
No estaba en su naturaleza ser un admirable y civilizado caballero. Él era un hombre de armas, no de flores.Punto.
Regresó a su lugar. Ansiaba llegar de una vez para buscar alguna taberna y saciar las ganas de follar con alguna hembra disponible.
De pensamiento en pensamiento su mente vago toda la noche vigilando el sueño de la virginal princesa.
A la mañana siguiente justamente cuando los suaves rayos del sol tocan como los dedos de un amante la tierra, echaron a andar de nueva cuenta.
El camino parecía sacado de un cuento, lleno de majestuosos arboles. Podían respirar la magia que estos contenían.
Los prados se extendían lejanos y repletos de flores. Aida miraba todo con asombró, siempre enclaustrada en esa pequeña torre donde su padre la mantenía alejada de la vista de cualquiera.
Era la primera vez que podía disfrutar de la libertad. Viorel la miraba por el rabillo del ojo, aquellos ojos llenos de asombró. Como al pasar por entre los arboles la luz se colaba, llegando hasta ella. Dándole un toque mágico, como si en lugar de ser una princesa humana, fuera una princesa mística.
— ¡Es hermoso! Demasiado — dijo sonriente, mostrando esas perlas blancas.
Aturdido desvío la mirada de nuevo al camino. Ya era demasiado embobamiento. Debía estar alerta ante cualquier riesgo.
— Lo es, por algo son bosques encantados... Atraen las presas con toda esa belleza. — la voz ronca del guerrero la hicieron extremecer.
De pronto una curiosidad por saber de él carcomían su interior ¿Quien era exactamente ése hombre? ¿Que orígenes tenía? y mas importante... ¿Por que había aceptado esta arriesgada misión a pesar de ser notorio su incompatibilidad para con ella? Dudosa no aparto la mirada de él, esas ropas de pieles de animales, ese cabello tan largo y enmarañado, sus brazos llenos de marcas de látigo. Esa extraña marca en su mejilla izquierda. Todo parecía ser un misterio, y no se atrevía a develarlo.
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El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©
WerewolfViorel es un lobo guerrero y se le ha dado una misión que pondrá en riesgo su vida y la de su única familia. Debe llevar a la princesa de un reino humano hasta los limites mas peligrosos de las tierras Medias. ¿La razón? Formar una alianza , para co...