Él orgullo del Lobo

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La peste era insoportable. Ágora sentía que podía vomitar y vaciar todo lo que habían comido un día antes. El agua ennegrecida y pestilente le llegaba hasta las rodillas.

-¡Ya estamos cerca!
Dijo uno de los hombres al frente.

-¡Mas te vale! ¡Este lugar es asqueroso!

Pronto llegaron a lo que era un enorme búnke, donde se conectaban varias tomas. Era donde se descargaba el agua del castillo.

Tres de los marineros, trataron de mover la enorme reja de acero. Pero solo pudieron hacerla crujir.

La loba, cruzada de brazos volteo los ojos en blanco. ¡No podían ser mas inútiles los humanos!

-¡Muevanse!

Sacó la pesada espada de su espalda, la clavo en la esquina de la reja y ejerciendo palanca logró sacarla de la roca. Impresionados se miraron entre sí.

-Ésta espada es especial.
Dijo la loba alzando lo hombros divertida.

Recordaron no hacerla enfadar.

El enorme canal, llevaba hasta unas escaleras de piedra. Derribaron la puerta y subieron. Con cuidado de no hacer ningún ruido. Adentro había calderas y hornos. Un pasillo llevaba hasta una sala para torturas. Podían escuchar los gritos de los demás prisioneros.

¡Desgraciados!

Eran demasiados y sus sentidos estaban muy bien desarrollados, tal vez ya sabían de su presencia.

Con un gestó de cabeza les indico que siguieran. Alik caminaba hasta atrás vigilando ese lado. Sus labios estaban tan resecos y sus manos temblaban al sujetar el arco que muy amablemente Klaus le había dado. Sabia manejarlo, pero temía fallar a la hora fe defenderse púes los nervios lo traicionaban.

Siguieron el oscuro camino de lo que parecía un enorme y viejo laberinto. Ágora, solo podía guiarse por su instinto. Se estaba acercando.

Al final de uno de los tantos pasillos, una reja esperaba. ¡Ése era el lugar!

Era un lugar terriblemente desagradable. A cada lado había jaulas. Al fondo las mazmorras y colgadas mas jaulas con huesos humanos colgando casi desechos.

Entraron con cautela, la loba guiada por el aroma del otro lobo, llegó hasta su celda. Alik, la siguió, debía asegurarse de que el hombreton estaba bien.

—¡Viorel!
Le llamó. Este estaba derrumbado en una esquina. La loba, extrañada sujeto los barrotes con mucha fuerza.

—¡Oye! ¡Lobo tonto, éstas escuchándome! ¡He venido a salvar tu trasero! Levantate. ¡Ahora!

Lentamente, levantó la cabeza. ¿Una visión? ¿Ya había perdido no solo a su hermana sino también la razón?

—¿Ágora? ¿Q-que diablos haces aquí?

—¡Demonios! Hasta la pregunta es necia. Estoy aquí, tratando de hacerte reaccionar para largarnos cuanto antes. ¡Pero al parecer ya acabaron contigo!

—Tal vez tengas razón. ¡Ya me han quitado todo lo que tenía! ¡Mi hermana! Será mejor que salgas de aquí y huyan lo antes posible. De lo contrario, morirán.

Irritada y furiosa la mujer, de sangre lobuna, orgullosa por naturaleza, no entendía un carájo su actitud.

—¡Ésa es tu manera de pelear por lo que amas! ¡Entonces eres un cobarde! ¡Coño! Ten coraje y orgullo, que no eres cualquier maldito lobo. Eres hijo de un Alpha. ¡Tu no eres así! ¡Aída ésta esperando por ti! No me vengas con esas chorradas ahora. Te juró por la memoria de mi madre que si no te levantas de ese puñetero lugar, ¡yo misma te mataré!

El Reinado Del Fuego: La princesa y el Lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora