Thomas

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-¿Qué le pasó, mamá?- me preocupé.

-Bombardearon la embarcación- lloriqueó-... Está muy grave, Emma.

-¿Qué?- cuestioné- ¿Dónde está?

-Lo trasladaron hasta Maine para que su familia pudiera despedirse, no creen que pueda salvarse.

-Necesito verlo- anuncié.

-Pero no puedes, Emma, piensa en tu bebé.

-Mamá, Killian me necesita- reproché.

Una punzada de dolor me atacó en mi abultado vientre, un segundo después vino otra, pero de mayor intensidad. Solté un alarido y me dejé caer en el asiento más cercano, el dolor se incrementaba conforme pasaban los segundos y no era capaz de responderle a mamá.

-¡Emma!- gritó.

-Ya viene- solté-, el bebé ya viene.

-No puede ser, aún falta un mes- habló mamá-. Escucha, cariño, mantén una respiración constante.

-¡Ah!- grité, era una nueva contracción- Mamá, colgaré- sin esperar respuesta, lo hice.

Comencé a maldecir en mi interior, deseando no tener que pasar por tal sufrimiento. Llamé a Lilly con la poca fuerza que tenía para hablar, se había retirado cuando me entregó el teléfono para hablar con mamá.

-Te llevaré a urgencias- me dijo-. Debes estar lo más tranquila posible.

Me ayudó a pararme y a llegar hasta el vehículo estacionado en el aparcamiento de la casa, mientras que su celular no dejaba de sonar en su cartera, que estaba en el asiento trasero. Sabía por su forma de conducir que estaba igual o más tensa que yo por lo que pasaba. Lilly maldecía el hecho de que justo hoy Rose se haya tomado su día libre, lo cual casi nunca solía hacer.

Las contracciones se iban haciendo más frecuentes, como era de esperarse, sentía que algo dentro de mí se partía en dos. Traté reiteradas ocasiones en acomodarme en el asiento, pero se me hacía imposible; el bebé no dejaba de moverse y me provocaba aún más dolor. Apreté tan fuerte la manilla del vehículo que las puntas de mis dedos estaban blancas. 

-Estarás bien, Emma- prometió cuando me ingresaron al hospital.

-Lilly, busca a Jack- me sentaron en una silla de ruedas-... Los bombardearon- muchos pensamientos se cruzaban por mi cabeza.

-Lo haré- fue lo último que me dijo.

Crucé unas puertas de vaivén y luego subimos en el ascensor unos cuantos pisos. La enfermera que me llevaba me guió hasta el final del pasillo rosa, dejándome en un cuarto del mismo y espantoso color. Me ayudó a recostarme en la cama hospitalaria y me conectó a diversas máquinas para monitorear mis contracciones y ritmo cardiaco.

-Estás iniciando trabajo de parto- informó-, iré por tu médico cabecilla, ¿de acuerdo?- asentí frenéticamente.

-Bien, ya vuelvo- salió disparada por la puerta.

-¡Ah!- otra contracción- Thomas, tranquilo- acaricié mi vientre, lo cual al parecer daba resultado, porque el dolor disminuía-, todo estará bien, pequeñito.

Comencé a recobrar fuerzas respirando una y otra vez de la manera más pausada posible. Si bien aún sentía un dolor punzante en mi entrepierna, ya no era con la misma magnitud que hace un rato atrás. Agradecía enormemente que mi hijo estuviera más tranquilo y me dejara respirar sin maldecir.

-Hola, Emma- entró la doctora Phillips, quien se encarga de mi embarazo desde que estoy viviendo en Utah-. Veamos cómo está ese pequeño.

Se puso guantes quirúrgicos, apoyó mis pies a los costados de la cama y comenzó a inspeccionarme. Luego se hacerlo, se quitó los guantes, los arrojó en el tacho de la basura y se acercó a mi lado.

Te necesito, ¿Y tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora