No diré adiós

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-Hola, Humbert- saludó sonriente.

-Hola, Bro- respondió Graham de la misma forma.

-¿Cómo te has sentido?- preguntó Emma.

-Mejor- mintió, ocultándolo con una falsa sonrisa. Ambos acompañantes lo notaron, pero se ahorraron comentarios respecto a eso-. ¿Cómo va lo de Milah?

La pregunta sorprendió un poco a Emma, pero no lo hizo notar, solo miró a Killian sin levantar sospechas.

-Seguiré tu consejo- confesó.

Emma odiaba no entender a qué se referían su amigo y novio, aún así, siguió en silencio.

-Lo sabía, hermano- Graham le dedicó una pequeña sonrisa tratando de decir que entendía el sufrimiento que sentía, porque a pesar de todo conocía a su amigo.

Luego de esa pequeña escena, cambiaron rápidamente de tema, siendo Killian quién hizo los honores. La conversación fue interrumpida por la llegada de Ruby, quién entró con sus padres, saludó a Emma y a Killian. Al ver a su hermano a los ojos, instantáneamente comenzó a llorar y corrió a sus brazos.

Los presentes decidieron dejarles a solas, ya que los hermanos no se veían hace casi un año y las condiciones que los habían reunido antes de lo esperado, solo eran más devastadoras para la familia.

Killian y Emma decidieron ir a la cafetería del hospital a comer mientras Ruby estaba con Graham. No se fueron sin antes decirle al matrimonio Humbert que, si ocurría algo nuevo, no dudaran en avisarles.

-Gracias- dijo Emma cuando Killian llegó con una bandeja que contenía su emparedado favorito y chocolate caliente con canela- lo has recordado- una pequeña sonrisa apareció en su rostro al ver la comida.

-Emm, cuando éramos niños, era lo único que te hacía sonreír luego de llorar- dijo al sentarse al frente de ella.

Emma se ruborizó un poco al oír esas palabras y recordar su infancia, donde ambos amigos eran unidos. Killian lo notó y sonrió.

-¿Por qué miente?- preguntó Emma luego de unos minutos, rompiendo el silencio.

-¿Qué?- preguntó él sin entender.

-Gaham... Sé que lo hace por nuestro bien, pero no es necesario...

-Emm, ya lo conoces, siempre quiere ver a todos felices, cueste lo que cueste- dijo levantando su gaseosa para tomar un sorbo. 

Emma se mantuvo en silencio, ya que como recita el famoso dicho: "el silencio otorga". Killian tenía razón, Graham nunca iba a demostrarse débil, haciendo lo posible por ocultar el dolor que sentía.

Al terminar de comer tranquilos, decidieron volver a la sala de espera mientras el joven y su familia compartían con su recién llegada hija. Posteriormente, volvieron a entrar a la habitación de Graham.

Y así pasaban los días, las semanas y finalmente los meses. Primero, navidad, Emma estuvo con la familia Humbert junto a Graham en su habitación del hospital, ya que no podía volver a casa, por miedo a una descomposición. Luego vino, año nuevo, Emma seguía acompañando a Graham, que estaba cada vez más débil. Ya habían pasado dos meses y medio desde que le habían diagnosticado cáncer.

Era lunes por la mañana, Emma se arreglaba para ir, como siempre, a ver a Graham. Su relación seguía intacta, él ya se había resignado a la idea de que ella nunca se apartaría de su lado por más que insistiera, y ella a la idea de que en algún momento lo tendría que dejar ir, doliera lo que doliera.

-Adiós, mamá- se despidió de Mary Margaret, que estaba a punto de salir al trabajo.

-Adiós, Emma. Saluda a Graham de mi parte.

Te necesito, ¿Y tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora