Veintinueve

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Cogí una de las cajas para llevarlas al piso donde nos quedaríamos. Las abuelas estaban encantadas con que me mudara a Toronto, cerca de ellas. Ambas habían llorado al verme allí, seguramente pensaron que estaba muerta. Yo misma llegue a pensarlo.

- ¿Te apetece una cerveza? - me preguntó Ethan mientras abría una de las cajas.

- Sí, por favor - abrí la caja y lo primero que vi fue una foto que tenía con mamá y papá.

Toqué con mis dedos el marco de la foto y sonreí con tristeza. Papá había vuelto a casa, aunque veía su mirada de dolor y sufrimiento cada vez que miraba cada rincón.

- Toma - me dio la cerveza y no tardé en darle un trago. - Tenemos que ir a comprar algo de comida, solo nos hemos abastecido de cerveza.

Sonreí - Iremos ahora. - guardé la foto.
Habíamos estado viviendo en casa de papá hasta que nuestros muebles llegaron y el piso estuvo listo para vivir. Papá no nos había dejado dormir juntos ni una noche.

Los muebles de la sala de estar estaban vacíos aún, salvo por la televisión que allí descansaba. Empecé a sacar los pocos adornos que había cogido de mi casa en Nueva York y empecé a ponerlos.

- Me gustaría ir al cementerio después. - lo miré.

Ethan estaba recargado en la pared. - Por supuesto, iremos.

Le sonreí y me acerqué a él. Puse mis manos en su cintura y me alcé para llegar a sus labios y besarlos dulcemente. - Cualquiera diría que la chica que me apuntó con un arma a la cabeza podía ser tan dulce. - dijo cogiéndome en peso.

No dudé en reír y en pasar mi mano por su pelo. - Oh, vamos - sonreí - te gustaba así.

- Sí, nena. No sabes cuánto me ponías y me preocupabas.

Junté mi frente con la de él y mordí mi labio. - Te quiero.

- Yo también a ti.

No podía creer que al final, todo hubiera salido bien. Sabía que no tenía el apoyo de la familia de Ethan, pero me daba igual, porque él estaba conmigo, a pesar de todo.

Ethan no me bajó, sin embargo, caminó conmigo en brazos hasta la que iba a ser nuestra habitación. - Mmmm... ¿Quieres hacer cosas perversas?

Soltó una carcajada. - Puedes llamarlo así si quieres. - nos puso en la cama y no tardó en besarme con suavidad.

Ethan me hizo el amor, besando cada cicatriz que tenía mi cuerpo, pasando sus manos por mi cuerpo como si fuera a romperme, como si fuera a desaparecer de un momento a otro. Ethan me hacía sentir amada y ese sentimiento era tan extraño que aún estaba acostumbrándome a ello.

Me apoyé en su pecho y entrelazamos nuestros dedos. - No me puedo creer que esto haya acabado. Es tranquilizador saber que nadie va a entrar y nos va a hacer daño. - dijo.

Sonreí con tristeza recordando cuando se lo llevaron. - No sabes lo culpable que me siento.

Ethan apretó mis dedos. - No tienes por qué sentirte culpable, no fue tu culpa.

- Claro que sí.

- Déjalo ir, no fue tu culpa.

- No sabes lo preocupada que estaba.

- Haces que me sienta como una damisela en apuros.

Solté una carcajada y besé su pecho. - Lo has sido. Gracias por venir conmigo.

- No tienes por qué darlas, también quería salir de Brooklyn. - besó mi coronilla.

Después de ducharnos, nos arreglamos y Ethan condujo hacia el cementerio, guiado por el gps. Mi chico aparcó y miré por la ventana, mordiéndome el labio. Quitó la radio, haciendo que el coche se quedara en silencio. - ¿Vamos?

Lo miré y asentí. Salí del coche y cerré la puerta. Ethan no tardó en ponerse a mi lado y apretó mi mano. - Te esperaré aquí. - lo miré y asentí torpemente.

Caminé por el césped, recordando perfectamente el camino hacia su tumba. En mi mano llevaba una rosa blanca, la misma flor que estaba enterrada bajo tierra con ella. Esa flor que eché encima de su ataúd el día de su entierro, el día en el que se llevaron a papá preso. Él día en el que me separaron de mis padres.

Llegué a su lápida y leí su nombre y la fecha en ella. Recuerdos del secuestro vinieron a mi mente y cerré los ojos sintiendo un escalofrío por mi columna. - Hola, mamá. - decir esas palabras después de tanto tiempo sonaba muy extraño. Me senté en el césped, frente a su lápida. Había estado aquí antes muchos días, y le había contado todo lo que me pasaba, creyendo que ella podía oírme. Ahora sabía, que ella no podía oírme, que ella se fue para siempre.

Apreté mi mandíbula para no llorar. Ni siquiera sabía si contarle algo, si decirlo en voz alta. - Sé qué hace mucho tiempo que no vengo a verte. Yo... - mis ojos se aguaron y mi labio inferior tembló. - Imagino que no estarás muy orgullosa de mí. Me convertí en lo que odiabas y... - me encogí de hombros y negué con la cabeza. - Estoy tan arrepentida de todo lo que he hecho, mamá. No sé qué hacer para sentirme bien. He matado a gente que no se lo merecía y... no soy médica o ingeniera como deseabas. Las cosas se complicaron, todo se complicó. - murmuré. - No tuve más remedio que luchar para sobrevivir y me odio a mí misma cada segundo del día. Ojalá estuvieras aquí, ojalá todo hubiese ocurrido de otra forma. Ojalá no te hubieras ido aquel día. Te he necesitado mucho, te necesito ahora. Papá también te necesita. - limpié la lágrima que rodó por mi mejilla izquierda. - Apenas consigo acordarme de ti. - lamí mis labios. - Recuerdo cuando conseguías que te ayudara a limpiar mientras cantábamos y bailamos - sonreí con tristeza, mirando la hierba. - O cuando hacíamos esos pasteles de chocolate que tanto me gustaba.

>> No sé qué hubiera pasado si tú hubieras abierto la puerta. ¿Te habrían llevado también? ¿O te hubieran matado en ese mismo momento? No sabes la de vuelta que le he estado dando a todo. Aún puedo ver como ese hombre te golpeaba y te llevaba lejos de mí. Me encargué de que pagara lo que nos hizo, me encargué de todos los que nos hicieron daño y me sigo sintiendo igual. Tú no has regresado, pero estoy tranquila de que ellos no están viviendo. - miré hacia atrás para ver a Ethan recostado en su coche, mirándome. - Ethan es encantador. Te hubiera encantado - sonreí de lado. - Creo que es el único hombre que puede soportar mi genio, y papá, claro. Se ha quedado conmigo a pesar de todo y no deja de recordarme a ti y papá. Estoy segura de que él es el indicado. Aunque ya no estés conmigo, sigo acordándome de ti cada día. Te quiero. - me estremecí y sentí algo en mi hombro. Me giré, esperando ver a Ethan y gritarle porque me había asustado. Él seguía recostado en el coche.

Había podido sentir algo parecido cuando vine la última vez a verla. - Sigues aquí con nosotros. - limpié mis lágrimas y negué con la cabeza. - Quizás no me ha pasado nada porque estas protegiéndome. Ojalá pudiera abrazarte de nuevo, te echo de menos. - me levanté.

Miré hacia atrás y Ethan se acercó y pasó un brazo por mis hombros, apretándome contra él. Ambos miramos la tumba y nos quedamos allí, en silencio. - ¿Estás bien? - froto mi brazo y besó mi coronilla.

- Sí. Podemos irnos. - le sonreí. Ethan no me soltó y fuimos al coche abrazados. - ¿Crees que después de la muerte puedes tener opción de quedarte aquí?

- Si tu alma no está tranquila, sí. O por lo menos es lo que siempre he pensado, ya sabes, películas y demás. - me sonrió.

Me monté en el coche y esperé que él lo hiciera. Ethan metio la llave en el contacto y miró al frente. - ¿Y ahora qué? - le pregunté.

- Bueno, toca ser felices. ¿No?

- ¿Para siempre?

- Para siempre - cogió mi mano y la apretó. - Si compramos comida, claro. Nuestra nevera son los juegos del hambre.

Reí. - Compremos comida entonces.

No sabía cuánto tiempo iba a durar nuestra felicidad, pero esperaba que mucho. Esperaba que el universo conspirara esta vez para mí y no en mi contra como lo había estado haciendo.

FIN

Queda el epilogo, narrado por Justin.

4. Saga Cree en mi - Bang BangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora