Capitulo 17 - Descubrimientos

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Silvia se puso seria. Jorge se apartó y la miró. Sus ojos estaban mareados. Tomó una respiración profunda para que ella no se diera cuenta de que esas palabras le habían afectado más de lo que imaginaba.


— Después de todo, la dama puede explicarme lo que esta mal en mí? - Insistió.


— Jorge, somos completamente diferentes. Soy una mujer elegante, usted es cursi. Soy una mujer de negocios exitosa, usted es un abogado fracasado. Yo trabajo con matrimonios, el señor con los divorcios. Comprendes?


— Usted tiene razón. Somos completamente diferentes. Usted no tiene nada que ver conmigo. Usted es muy elegante, hermosa, alborotadora, una mujer perturbada, incontrolada, loca! Pero ya estamos involucrados, enrollados, envueltos. - Dijo, y agarró a Silvia contra su pecho.


Ella cerró los ojos para no mirarlo.


— Mírame Silvia Angélica. - Él dijo.


Ella sacudió la cabeza en negación. Ya sabía que se veía a sus ojos no se resistiría. Él puso su dedo índice sobre sus labios y ella suspiró. Luego se acercó y la besó. Poco a poco fue entregándose al beso. Él la apretó contra sí y la besó con más deseo. Entonces ella lo empujó y se llevó la mano a la boca. Él sonrió y ella le dio una bofetada. Él la miró con cara de dolor.


— ¡Ay Dios mío! Te hice daño?


Él se echó a reír. Ella puso una mano en su cara y le acarició donde había plantado la bofetada, él volvió la cara y besó la palma de su mano. Ella retiró la mano en un reflejo involuntario y se echó a reír también .


— Mujer, eres loca. - Dijo, sin dejar de reír.


— Información innecesaria. Voy a dejar que me lleves a casa. ¿Vamos? - Ella le hizo un guiño.


— Oh, ¿verdad? - Le preguntó, poniendo su mano en la barbilla con la cara de interrogación. Entonces se rió. - Entonces vamos.


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Cuando Silvia llegó a casa, Antonio estaba sentado en la mesa de la sala de estar tomando un café por la mañana. Nana lo servía.


— ¡Buen día! ¡Buen día mi amor! Buenos días, buenos días, buenos días! - Silvia dijo, dejando a todos sorprendidos.


— Hmm ... para que estés tan feliz, el viaje fue mejor de que lo esperado. De hecho, no has dormido en casa, ¿verdad? - Dijo Nana.


— Tuve que dormir allí. - Silvia dijo con una sonrisa coqueta.


— Bueno, yo tengo que salir ahora. - Antonio dijo, plantando un beso en la mejilla de su madre y otro sobre Nana. - Adiós mamá, adiós Nana.


— Adiós mi hijo! - Silvia dijo sin dejar de sonreír.


— Nana, porque Antonio está tan feliz? - Silvia preguntó con curiosidad.


— Va a se reunir con una amiga. - Nana explicó.


— ¿Qué amiga? - Silvia se puso seria.


— Mabel, hija de Jorge.


— Son solo amigos, no es Nana? Es decir ... no hay nada entre ellos ... o si? - Silvia preguntó preocupada.


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