Capitulo 28 - Novios

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                                    En el medio de la noche, Jorge se despertó con un dolor insoportable en los riñones. Él hizo todo lo posible para no despertar a Silvia, pero a cada minuto el dolor se hacía más fuerte. Empezó a gemir de dolor. Silvia despertó con los gemidos y se sentó en la cama. Y encendió las luces.


 — Jorge, ¿estás bien? ¿Qué paso?


— Siento mucho dolor, creo que es de cálculos renales. Yo he tenido antes. Soy incapaz de siquiera me mover.


— ¿Qué hago?


— Necesito beber agua. Necesito tomar suficiente agua para poder expulsar la piedra.


— Espera. - Dijo ella, poniendo un poco de agua que estaba en una de las mesitas de noche en una taza y le dió. - Toma. - Le entregó y él empezó a beber. - Creo que es mejor consultar a un médico, debe tener un hospital cercano.


— Sólo necesito agua. Suficiente agua.


— Debe tener alguna medicina para aliviar su dolor.


— Hay medicina, pero sólo en la farmacia. - Dijo, gimiendo.


— Voy a comprar la medicina Jorge ...


— ¡No! - Él gritó. - ¡No! Medicina para la crisis renal es la inyección y muero de miedo de inyección. No me gustan las agujas. No puedo mirar a una aguja que me desmayo. Quédate aquí conmigo. No me dejes.


— Jorge, mira. No puedo estar aquí viéndote murir de dolor. - Ella dijo, de pie y poniendo los pantalones.


— ¿Hacia donde vas? Silvia quedas aquí. Está doliendo demasiado.


— Sé que estás sufriendo. - Ella dijo, poniendo la blusa.


— No, no lo sabes. Nunca has tenido cálculos renales para saber cómo duele. - Él dijo, casi llorando.


— Calma. Vuelvo en un segundo. Voy a conseguir un poco de medicina para ti. - Ella dijo, saliendo de la habitación.


                                          Jorge, bebió el resto del agua y esperó Silvia retornar. Cuando llegó, ella trajo una bolsa de farmacia. De repente sacó una pequeña botella con un líquido en el interior y luego sacó una jeringa.


— No no no. - Él dijo, mirándola.


— ¿Quién diría un hombre tan grande como ese, con miedo de una pequeña aguja. - Ella dijo, preparando la inyección.


— No vas a poner eso en mí. - Dijo, tratando de levantarse, pero sentía tanto dolor que no podía hacerlo.


— Si voy. Giras boca abajo. - Dijo ella, de rodillas junto a él.


— No Silvia, por favor. - Suplicó.

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