Capitulo 37 - Depresión

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                                      Jorge decidió hablar con Sergio. Estaba muy mal y necesitaba desahogarse con alguien. Cuando llegó a la oficina de Sergio, Guillermo estaba allí hablando con su padre. Cuando lo vio, Jorge fue se pongo una vez más furioso, se dirigió hacia Guillermo y lo sostenió por el cuello.


— ¿Qué has hecho con mi hija? - Él gritó.


— Jorge calma, lo solta ahora! - Sergio gritó y Jorge lo soltó. - Hijo, véte a casa, necesito hablar con Jorge. - Dijo serio mirando a su amigo.


                                           Cuando Guillermo se fue, Sergio se acercó a Jorge.


— Jorge, ¿Qué está pasando contigo? - Sergio gritó y Jorge empezó a llorar como un niño. - Jorge, estás totalmente irreconocible, estás como un loco lleno de revuelta. Dios mío, parece que has perdido la razón.


— He perdido más que la razón Sergio. Perdí a Silvia. No puedo casarme con ella, ella se casa con otro, todo ha terminado entre nosotros, sin retorno.


— Pero no puedes casarte, ¿por qué? Eres un hombre libre Jorge. Eres viudo, por que no se pueden casar? Casa con ella de una vez y luego se resuelve este problema.


— No sabes nada Sergio! No entiendes lo que está sucediendo.


— Pues dime, porque es muy difícil ayudarte sin saber nada.

- No hace falta Sergio. No se puede hacer nada. Me voy. Gracias de todos modos. - Dijo y salió por la puerta sin dar tiempo para que Sergio dijera algo.


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                                               Cuando llegó a casa, Jorge fue directamente a su habitación, se acostó y empezó a llorar. No sabía por que sentía tanta angústia. No sentía ningún deseo de comer y sólo podía pensar en Silvia y su viaje con un tal "Rodrigo Otávio." Se sentía vacío, incompleto. Él no podía y no quería hacer daño a la vida de su hija, pero no hacer nada a respecto lo estaba matando. Parecía que cada minuto lejos de Silvia lo le causaba aún más dolor.


                                            Mabel llamó a la puerta de la habitación, pero él no contestó, así que ella entró.


— Papá, no vas a comer? Hacen días que no comes bien.


— No tengo hambre Mabel, no quiero comer nada.


— ¿Estás seguro?


— Sí hija. Ahora deja a tu padre solo. Voy tratar de dormir. Tres días que no puedo.


— Ok.


                                    Cuando regresó a la sala, Mabel estaba preocupada.

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