Capitulo 7 - Fuego

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                    Las puertas del ascensor se abrieron, todavía en la plaza del centro comercial, debido a que durante la discusión, ni se habían acordado de empujar el botón del ascensor para que el mismo podría elevarse. Y cuando alguien, en algún piso, pulsó el botón  lo solicitando, al tratar de subir el mismo había detenido.

                    Mabel y Antonio estaban sentados conversando en una de las mesas de la plaza. Se habían convertido en amigos desde la noche  que Jorge había hecho un escándalo en la fiesta que ellos habían ido. Ellos oyeron algunas personas que susurraban y que señalaban en alguna parte. Cuando miraran podían ver su padre, y su madre, que se devoraban en un beso apasionado.


—  Papá? - Mabel gritó.


— Mamá? - Antonio habló a continuación, asombrado.


                    El beso estaba tan bueno que ni Jorge ni Silvia se habían dado cuenta de que la puerta ya estaba abierta a unos minutos. Cuando escucharon las voces de los niños gritando en algún lugar, volvieron al mundo real. Se separaron y miraron hacia adelante. Todas las personas que estaban en la plaza los miraban, incluidos los amigos del Jorge, que se reían de la situación.

                      Silvia se sentío totalmente avergonzada. Quería desaparecer en ese momento. De repente, en un impulso, salió del ascensor, miró a Jorge, que todavía estaba allí de pie, frotándose el pelo y gritó:


— Fue él! - Apuntó en la dirección de Jorge. - Fue él quien me agarró!


— Yo? - Jorge dijo, asombrado.


—Sí, tú! ¿Usted no tiene vergüenza? ¡Pervertido!


— Soy ese monstruo?


—  Cretino, patán.


— Prácticamente usted se tiró encima de mí.


— Pero usted es muy petulante. ¿Usted piensa que voy a besarlo así? Nunca. Nunca. Ni el ascensor puede utilizar de forma segura?


— ¿Qué?


— Seguridad! - Ella salió gritando mientras la gente miraba aturdida. Antes de que pudiera encontrar a algun de los guardias de seguridad que estaban allí, la madre la abrazó y la llevó a otro lugar.


                      Jorge estaba de pie, mientras que todos los que estaban allí, lo miraban fijamente con mirada de reproche.


— ¿Qué están mirando? ¡Yo soy inocente! Esta mujer está loca! - Gritó, dejando el lugar, acompañado por el padre y la hija.


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                    Silvia llegó a casa con su hijo Antonio. Al pasar por la puerta él la miró y se cruzó de brazos, tenía cara  de desaprobación.


—No fue mi culpa, Jorge me agarró a fuerza.


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