Capítulo Final - Comienzos

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Todas ayudaran Silvia a poner su vestido. Él era hermoso, su corte dejaba sus espaldas desnudas y era lleno de pequeñas piedritas brillantes. Cuando vío su reflejo en el espejo Silvia se emocionó más una vez. En un momento de su vida pensó que jamás iba a poner un vestido de boda y ahora estaba allí a un paso de casarse con el hombre de su vida.

- Estás demasiado hermosa.

Una voz le hizo volver la mirada a la puerta de la habitación.

- Hola mamá. - Dijo Antonio.

Los ojos de Silvia se llenaron de lágrimas.


- Salgamos. - Dijo Karen a todas las que estaban en la habitación.


Antonio se acercó un poco más a su madre.


- Antonio, hijo. Necesitamos conversar.


- Lo sé. Pero déjame hablar primero mamá. Yo quería pedirte disculpas por haber ido de esa manera. Y también, yo quería que tú intentaras entenderme.


- Entender?


- Mamá, me quedé toda la vida soñando con un padre que creía que estaba muerto, y entonces de repente él aparece para mí, delante de mí, me pide disculpas, me da mil explicaciones ... Y ahora descubro que él te engañó siempre. Que ya estaba casado y mintió para ti. Que todo lo que me dijo era mentira...


- Yo soy tu madre Antonio. Nunca mentí para ti. Yo te dije que todo lo que contó era mentira.


- Lo sé mamá. Lo sospechaba. Lo sospechaba desde el principio. Pero, creo que necesitaba ser engañado, al menos un poco. Creo que necesitaba imaginar que tenía un padre que me amaba tanto como tú me amas mamá. Lo necesitaba.


Silvia enjugó una lágrima que escurrió por su mejilla.


- Disculpa hijo, disculpa si no he podido entenderlo antes. Lo siento si mi celos se superpuso a todo. Lo siento si he sido egoísta contigo. Si te lastimé. - Silvia dijo y empezó a llorar.

- No has hecho nada de eso mamá. - Antonio la abrazó. - Solo estabas siendo madre, y la mejor madre del mundo.


- Y él, ¿dónde está?


- Después que lo descubrí todo, dije que él debía dejarte en paz. Que tú merecías ser feliz y que nadie iba a impedirlo. Que si él no hiciera eso, nunca más me vería. Él regresó a la ciudad donde vivió todos estos años. Dijo que iba a organizar la propia vida y seguir adelante.


Silvia lo miró y sonrió.


Ay mi hijo. ¡Qué bueno que estás aquí! - Ella dijo y sostuvo su cara entre las manos.


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Mientras tanto, Jorge estaba en su habitación. Ya estaba listo. Sólo hacía falta colocar la corbata.


- Toc Toc. - Mabel habló, golpeando la puerta. - ¿Puedo entrar? - Ella sonrió.


Loco AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora