Aquella mañana no desperté como solía hacerlo. No me sobresaltaron la alarma del móvil ni los gritos angustiados de Karaile diciendo que llegaría tarde al colegio. Tampoco los rallos de sol sobre mis párpados cerrados fueron los que me hicieron ponerme en marcha. Más bien fueron las sacudidas salvajes y las palabrotas seguidas de mi nombre las que me sacaron de un sueño profundo e inquieto. Abrí los ojos perezosamente para encontrarme con una mirada oscura y furiosa.
Mi compañera de habitación me soltó los brazos y se apartó al ver que ya estaba despierta. Me incorporé en la cama frotándome los ojos sin entender nada.
- ¿Qué pasa?- pregunté somnolienta.
- ¿Que qué pasa?- exclamó ella enfadada. - Pues que me han echado la bronca a mí de que llegaras tarde al entrenamiento y me han mandado a mí a que venga a buscarte.- Bostecé.
- ¿Cómo?- La soldado apartó las mantas que me cubrían de un manotazo y un escalofrío se extendió por mis extremidades al estar expuesta el frío de repente. Me levanté con lentitud hasta estar de pie delante suyo.
- Vístete ya si no quieres que te lleve al entrenamiento en pijama de una patada en el culo.- Fruncí el ceño e iba a protestar, pero su mirada y su mal humor me dieron a entender que era mejor que me callara. Puse los ojos en blanco y saqué el mono azul del armario antes de encerrarme en el aseo de un portazo. Me lavé la cara y los dientes rápidamente y comencé a deshacerme del pijama para ponerme el mono, cuando golpearon la puerta y la chica del otro lado me gritó que me diese más prisa. Decidí hacerle caso, porque su mosqueo era enorme, con la mala suerte de que al meter una pierna en el traje la otra se me enganchó en la manga y caí al suelo dándome de bruces contra el lavabo. Típico de mí. Gemí de dolor y sentí como la boca se me llenaba de un sabor metálico que en seguida identifiqué como sangre. Sin embargo aquel suceso no hizo que me detuviera y solamente me enjuagué la boca un poco antes de vestirme completamente. Tenía el labio partido e hinchado e incluso sonreír me dolía. Me hice un recogido rápido y tirante y salí del baño con los ojos clavados en el suelo. No quería que la joven viese mi herida porque seguramente me regañaría por ser tan torpe y no estaba como para más gritos por la mañana.
- Al fin.- suspiró. - ¡Venga rápido, vámonos!- me apremió empujándome hacia la puerta bruscamente haciendo que volviese a perder el equilibrio y que por poco me cayese de nuevo al suelo.
- Oye, no hace falta ser tan borde.- mascullé con los ojos entornados y me encogí ante el dolor que me recorrió al hablar. La chica cerró la puerta con llave y comenzó a recorrer el pasillo con largas y rápidas zancadas. La seguí de cerca.
- Sí que hace falta, porque eres más lenta que qué se yo.- siseó. - ¿Por qué no te pusiste la jodida alarma? Nos habría ahorrado muchos problemas.- Bajamos las escaleras veloces.
- Se me olvidó, ¿vale? ¿Por qué no me despertaste cuando viste que no llegaba?- le reproché y ella soltó una carcajada seca.
- Porque no te mereces que te ayude.- dijo entre dientes y apreté la mandíbula tensa y furiosa. Desde luego el odio y el desprecio eran mutuos y ninguna nos esforzábamos demasiado en esconderlo. Esta chica era capaz de matarme mientras dormía y encima compartíamos habitación, lo que incrementaba las posibilidades de una muerte nocturna. Estaba segura de que de alguna forma esto era una venganza de Elliot por desobedecerle. Seguramente se habría enterado de que esta chica me odiaba y habría decidido hacerme la vida un poco más difícil de lo que ya era.
Pasamos de largo las puertas metálicas del comedor y fruncí el ceño.
- ¿No vamos a desayunar?- quise saber. La verdad era que tenía bastante hambre e incluso el pegote de avena me parecía apetecible en aquel instante.
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El cambio - Elementos #AstraAwards #AstraFansiaAwards
FantasíaSavannah se considera a sí misma una chica normal. A sus 17 años no ha hecho nada especialmente emocionante, solamente sus peleas ocasionales en un antro de lucha libre la salvan de ser una adolescente mediocre, o eso es lo que ella cree. Lo que des...