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"No puede ser, no puede ser. No es posible.", repetía mi cerebro continuamente mientras veía como el doctor Michael le hacía una última inspección a Rusty. Se hizo anotaciones con un boli en su libreta, a la par que observaba al joven con el ceño fruncido y ojo crítico. Rusty estaba pálido, casi amarillento, y su cuerpo se sacudía constantemente por temblores. Además parecía tener fiebre por el sudor que perlaba su frente y rostro. Estaba realmente preocupada por él.

Cuando lo encontré en aquella sala, esperé a que Ingrid se marchara al gimnasio y con la excusa de tener que ir al baño me escabullí de ella y salí corriendo al hospital. Me sentí bastante mal por haber abandonado a la amable mujer, pero no me quedaba otra. Busqué a Michael hasta que lo encontré en una habitación con un paciente. Le expliqué rápidamente la situación y con una camilla nos encaminamos de nuevo hacia mi inconsciente amigo. Lo trajimos aquí entre los dos y después el doctor comenzó a hacerle diferentes pruebas mientras me aseguraba que no tenía por qué preocuparme. Traté de creerle y de tranquilizarme, pero la mirada concentrada y confusa de Michael me decía que esto no era usual.

Me mordí el labio impaciente, esperando una explicación que aclarase este lío que tenía en la cabeza. Aún seguía algo conmocionada por haber encontrado su cuerpo así, detrás de un sofá tirado en el suelo. El solo recuerdo de la imagen de Rusty con la bata raída y la respiración débil me hacía estremecer.

- ¿Y bien?- pregunté finalmente. Michael apuntó una última cosa y después me miró mientras se apoyaba contra la pared. Se pasó una mano por el pelo antes de contestar.

- No se qué decirte. Esto no lo había visto antes.- me removí inquieta en mi asiento.

- ¿Pero sabe lo que le pasa?- El doctor miró su agenda detenidamente antes de carraspear exasperado.

- Me temo que aún no. Puedo achacar su huida del hospital y la aparición en la sala común de la última planta a alucinaciones producidas por el gas ingerido, pero...

- Pero el efecto ya no es tan fuerte.- acabé su frase y él asintió. Nos quedamos en silencio y yo me levanté de la silla y me acerqué a Rusty. Lo recorrí con los ojos y le cogí la mano, que parecía la de una muñeca de trapo entre las mías, sin vida alguna. Esto no tenía ningún sentido. ¿Qué le habría ocurrido? - ¿Hoy seguía inconsciente?- quise saber.

- Sí, aunque despertó durante un corto tiempo y murmuraba y se movía. Ya estaba pasando el efecto del gas y todo indicaba una pronta recuperación.- Apreté la mandíbula.

- ¿Y entonces qué ha pasado? ¿Cree que se habrá despertado y quiso ir a buscarme? ¿Para decirme que estaba bien?- Apreté su mano. El doctor se encogió de hombros.

- Es posible, pero eso no explica su bata destrozada. A lo mejor lo atacaron por el camino.- Al escuchar aquello mi pulso se aceleró. ¿Quién o más bien qué podría haber herido a Rusty? ¿Sería muy peligroso? - Pero es imposible, nada sale ni entra de la organización si que lo sepan los de arriba y en caso de que hubiese sucedido, nuestros soldados se hubiesen encargado de ello de inmediato. No sé qué ha podido ocurrir, de verdad.- La puerta del baño se abrió justo cuando Michael acabó su frase. Karaile salió de éste impregnada en una nube con olor a lavanda y menta. Tenía el pelo mojado envuelto en una toalla y llevaba la bata de hospital sobre la piel húmeda. Sus ojos pasaron de Michael a mí y después a Rusty. Los posó sobre su cuerpo frunciendo el ceño y se acercó a nosotros. Atrapó su labio inferior entre sus dedos mientras inspeccionaba al chico.

- ¿Qué le ha pasado?- Le expliqué la historia escueta sin entrar en detalles, principalmente por los nervios que sentía y también por el pánico que me inundaba cada vez que se repetía la horrible escena en mi cabeza. Esperaba que Rusty estuviese bien.

El cambio - Elementos #AstraAwards #AstraFansiaAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora