Cuando llegué a la mansión ya era noche cerrada. Me había llevado mucho más tiempo del que pensaba volver y había tenido que darme prisa. Abrí la puerta de la casa de un fuerte empujón y entré corriendo. Mi corazón latía rápidamente a causa de la carrera que me había pegado y una gota de sudor caía por mi frente. Mi pecho subía y bajaba con cada respiración agitada y rápida.
Oí voces y el sonido de pasos en el saloncito que había visto esta mañana y me dirigí hacia allí sin pensarlo dos veces. Al entrar en la habitación me quedé parada en la puerta. Ante mí se desarrollaba la escena familiar más tierna que había visto en mucho tiempo. Toda la familia (incluido Ben aunque estuviese algo más apartado de los demás) se reían y hablaban entre ellos mientras tomaban algo con pinta de ser té acompañado de una tarta de queso. Jules estaba radiante con su vestido y Amanda y Lucas todavía iban en uniforme. Había un hombre más, que supuse que sería Elliot. Pelo canoso peinado hacia atrás y vestido con un traje elegante. Parecía todo un caballero. Tenía cogida la mano de Jules y sonreía alegremente.
Cerré la puerta detrás mío cuidadosamente, pero el sonido de este movimiento ya bastó para que todos dejasen de conversar, beber y comer y que sus miradas curiosas se dirigiesen hacia mí. Se quedaron mudos al verme y dejaron caer los cubiertos. Parecían tensos y sorprendidos y me miraban extrañados. En seguida me eché la culpa por haber fastidiado el ambiente tan agradable que había, pero ya no había forma de dar marcha atrás.
Levanté mi mano derecha vacilante y la moví en el aire a modo de saludo, por muy ridículo que quedase. La primera en hablar y romper el silencio fue Amanda.
- ¿Por qué no llevas zapatos?- preguntó horrorizada. Fruncí el ceño confundida. Juraría que llevaba zapatos. Al menos esta mañana si. Me miré los pies descalzos y sucios, cubiertos de tierra y hojas y noté como la sangre subía a mi rostro. Era verdad. Me había dejado los zapatos en la linde del bosque. Con las prisas se me había olvidado cogerlos. Dios, seguro que había dejado la casa hecha un cuadro.
Clavé la vista en mis pies y no la aparté cuando respondí.
- Bueno, me los he dejado en... el bosque.- esto último lo susurré. No quería que pensasen que era una especie de ermitaña loca.
- ¿Y qué hacías tú en el bosque?- volvió a preguntar Amanda. Alcé la mirada y la dirigí a Ben, que negó casi imperceptiblemente con la cabeza.
- Pues, verás... esto, yo...- retorcí las manos nerviosa. No sabía que decir. ¿Qué casi me da un ataque de pánico? ¿Qué solo quería algo de tranquilidad? Ben me mataría si contase algo de lo que habíamos hablado, aunque no pensaba hacerlo, pero con la suerte que tenía últimamente no me extrañaría que se me escapase algo. Estaba hecha un manojo de nervios.
- Oh, bueno que más da.- me interrumpió Jules y estuve a punto de darle las gracias por ese favor. - Si quería ir al bosque pues bien.- Amanda la fulminó con la mirada. Al parecer ella sí que quería saber lo que hacía yo allí. Jules señaló un sitio libre en uno de los sofás, justo al lado de Lucas. - ¿Quieres sentarte con nosotros cielo?- Asentí y me dirigí rápidamente a mi asiento.
Me dejé caer en el sofá y tuve que reprimir un suspiró de placer. Después de haber estado todo el día de pie agradecía poder descansar un poco. Al sentarme todos dirigieron la atención de nuevo a sus platos, pero todavía sin mediar palabra. Jules me tendió un plato con un trozo de tarta y yo le sonreí agradecida. No me había dado cuenta de lo hambrienta que estaba, pero al llevarme un trozo de tarta a la boca cerré los ojos disfrutando de la comida.
- Apestas a ardilla.- Detuve el tenedor con un nuevo trozo de tarta que se dirigía a mi boca y me volví hacia Lucas enfadada. ¿Pero qué se había creído?
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El cambio - Elementos #AstraAwards #AstraFansiaAwards
FantasySavannah se considera a sí misma una chica normal. A sus 17 años no ha hecho nada especialmente emocionante, solamente sus peleas ocasionales en un antro de lucha libre la salvan de ser una adolescente mediocre, o eso es lo que ella cree. Lo que des...