La anciana le guiñó un ojo.
-¡Ja! Ahora huyes, como una
cobarde.
Julia hizo un puchero, fingiendo estar
decepcionada, se levantó y se dirigió al
baño para ponerse la ropa de deporte.
En el vestíbulo abrazó a su abuela.
-Nos vemos el domingo: nos
pasaremos a tomar el té.
La brisa le alborotaba el pelo mientras
corría de vuelta a casa a buen ritmo. En
el bosque, las ramas de los árboles se
movían de un lado a otro como las olas
en la mar brava. Julia inspiraba y
espiraba con fuerza. Había retornado al
bosque esa conocida sensación de serenidad, como si el viento que se
había levantado hubiera arrastrado el
ambiente extraño y opresivo de la
mañana. Lo sentía. Con la mente en
blanco, dejó la senda forestal y atajó a
través de la maleza para llegar al roble:
quizá entonces pudiera relajarse en su
rincón.
Sin embargo, un gesto de
preocupación le cruzó el rostro cuando
rodeó un grupo de árboles y observó a
una figura solitaria sentada, apoyada en
el roble. Contuvo la respiración y se
detuvo, mientras sentía cómo se le
formaba, de nuevo, un nudo en el
estómago. Julia reconocía a aquella
figura.
¿Qué cojones estaba haciendo allí?
Lentamente se acercó al roble.
Michael no parecía notar su presencia,
pues estaba sentado, inmóvil, con los
ojos cerrados y las manos sobre las
rodillas.
Aquel chico la estaba enloqueciendo
poco a poco. Desde que había decidido
evitar a Michael, se tropezaba con él en
cada esquina. Estaba claro que era
injusto culparlo a él por su inquietud,
pero le fastidiaba encontrase a Michael
en aquel lugar. No tenía lógica: era su
rincón de meditación y él no debía estar
allí.
Justo cuando estaba a punto de darse
la vuelta y retirarse en silencio, Michael
abrió los ojos.
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El Chico Del Bosque
Teen FictionJulia lleva años enamorada de Michael, el chico más guapo del instituto, y se siente la persona más afortunada del mundo cuando al fin se besan durante el baile de graduación. Sin embargo, su sueño no dura mucho: tras varias citas, Michael la deja p...