—Hola, Axel —respondió—. ¿Qué
pasa?
—¿Has llegado ya?
—No, me acabo de subir al autobús.
Llego en veinte minutos.
—Yo aún tardo media hora. Florian
también viene, que dice que ya se
encuentra mejor.
—¡Genial! Hasta ahora.
Julia colgó y rebuscó en el bolso su
reproductor de MP3. El autobús estaba empezando a llenarse, pues en cada parada subían más y más adolescentes, todos ellos vestidos para salir de fiesta.
Julia sonrió: lo mejor para animarse era pasar la noche en el bar con sus amigos.
Tarde o temprano se volvería a topar
con Michael, pero al menos ya no
estaría sola.
—Venga, ¿quién quiere cerveza? —
preguntó Tamara, arrastrando hacía sí el taburete del bar; la hermana de Gaby invitaba a la siguiente ronda. Dio unas palmaditas al cuero del asiento y llamó la atención de Julia—. Toma, siéntate en
mi taburete: te lo mereces.
Florian y Axel la miraron con
curiosidad. Acababan de entrar, por lo que se habían perdido toda la
conversación entre Gaby, Tamara y Julia sobre su desagradable encuentro con Michael aquella tarde.
—Y yo me merezco una cerveza —
añadió Florian—. Tras sobrevivir a la
terrible gripe estomacal que me ha
tenido cuatro días comiendo por una
pajita, no me vendría mal un buen trago.
—Sí, parece que hoy vas a aguantar
bien el alcohol. —Axel sonrió de oreja a oreja—. Pero ten cuidado de no vomitarme encima, ¿vale?
Gaby ayudó a su hermana con las
bebidas, mientras que Florian se sentó en el taburete junto a Julia.
—¿Qué te ha pasado? ¿Por qué te
ceden el asiento?
—Gilipolleces. Por un chico.
—¿Quieres hablarlo? —dijo Axel—.
¿Quién te ha roto el corazón?
—Michael Kolbe —masculló Julia,
con pocas ganas de hablar.
—¿Kolbe? ¿Ese valiente gilipollas?
—exclamó Florian.
—Oye, baja la voz. —Julia le hizo
callar con inquietud—. La mitad de la gente en este bar está pendiente de cada paso que da.
Entonces, en voz baja, les relató la
versión corta de su encuentro con
Michael. Cuando acabó, a los jóvenes se les reflejaba en el rostro la indignación que sentían.
—Se ensaña con las más inocentes —
dijo Florian con desprecio.
—Caramba, gracias. —A pesar del
poco tacto de las palabras de Florian,
Julia no pudo evitar esbozar una sonrisa.
No había sido precisamente
diplomático, pero lo cierto es que tenía razón.
—Quizá deberíamos poner una foto de Michael en el tablero de dardos — propuso Axel—. Así podemos pasarnos toda la noche lanzándole dardos a esa cara de gilipollas que tiene.
—Pues es una idea estupenda para un juego —coincidió Florian—. Lo
llamaremos Mata a Kolbe. Quién sabe, puede que cuaje. Lo mismo hasta creamos tendencia en O’Malley’s. Mientras tanto, Gaby y Tamara habían vuelto con una bandeja repleta de bebidas y propusieron un brindis por el
comienzo de las vacaciones.
—Por que todos los que nos han hecho daño en el pasado se mueran de repente —deseó Gaby con rencor y una sonrisa pícara dirigida a Julia.
La joven le devolvió la sonrisa y
chocó su vaso contra el de Gaby. Tal y como esperaba, le estaba viniendo muy bien salir, ya que se sentía más fuerte en compañía de sus amigos. Por otro lado, estaba más que encantada de no haberse
cruzado con Michael cuando dejaron el bar a las once.
—Un día de estos nos vamos tú y yo
de compras —dijo Gaby dándole un
abrazo a Julia—. O nos damos una
vuelta por los jardines de Mirabell para ver pasar a los chicos. Te ayudaré a superar esto, te lo prometo.
—Gracias —respondió Julia mientras
se abrazaban. En ese momento
comenzaba una nueva vida llena de oportunidades y estaba segura de que iba a ser maravillosa.
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El Chico Del Bosque
Genç KurguJulia lleva años enamorada de Michael, el chico más guapo del instituto, y se siente la persona más afortunada del mundo cuando al fin se besan durante el baile de graduación. Sin embargo, su sueño no dura mucho: tras varias citas, Michael la deja p...