¿Confiar o desconfiar?

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Sollozos al fondo del pasillo en el que me encontraba...Largo, oscuro y cuya madera crujía al pisarla con mis diminutos pies.
Intentaba ir despacio y encontrar cuáles tablas de madera crujirían menos bajo mi peso. Había una luz tenue en una de las habitaciones. Era hacia donde me dirigía.
Me acerqué al cuarto. Un chico, ya casi adolescente, lloraba sin consuelo en la cama mientras que una mujer le acariciaba la cabeza con las manos temblorosas y los ojos llorosos, con grandes ojeras en su rostro.
 —¿Por qué nos has hecho ésto? No te importamos. Eres cruel, al igual que todos ellos. Eres parte de todo esto.—escuché que exclamaba entre sollozos y gemidos mi hermano Elijah.
 —Lo siento, hijo pero... —mi madre empezó a decir con su voz dulce, casi apagada por los intentos de no llorar.
 —¡No me llames hijo! —gritó mi hermano de pronto, enfurecido y apartándola con brusquedad de su lado. Sus ojos seguían con lágrimas Yo no aguanto más aquí. Nunca te perdonaré lo que nos has hecho.  Lo que le ha pasado a Alice es tu culpa...¡Solo tuya!

Mi hermano salió corriendo del cuarto y, cuando llegó a la entrada, cogió el abrigo del perchero y se giró hacia mí, que le había seguido apresuradamente.

—¿A dónde vas?—le pregunté preocupada—Mamá no ha tenido culpa del accidente.

—Ha tenido más de la que tú te crees.—me respondió sombrío. Se abrigó con la bufanda y se puso las botas de nieve.—Tú eres muy pequeña para entenderlo y te crees que todo el mundo es bueno. Lo mejor es que te despiertes ya de ese sueño. Nada es lo que parece ser.

—No te vayas, por favor...—le rogué mientras notaba como mis ojos se humedecían y me incliné hacia él para abrazarle.

—No pienso dejarte aquí. Es demasiado peligroso.—respondió, apartándome con suavidad de su lado.—No voy a tardar mucho. Te lo prometo.

Todo se volvía borroso...mi hermano abría la puerta y ya sólo podía vislumbrar su silueta entre la tormenta de nieve que se avecinaba...

—¿Quieres que le de más descargas?—preguntó una voz muy nerviosa.

—¡No! ¡A ver si le vas a parar el corazón!—gritó otra, que también me sonaba mucho. La notaba muy cerca mía y el aire que exhalaba me acariciaba el rostro.

—¡Pues hazle el boca a boca!—exclamó la niña con exasperación. Eso fue suficiente para que yo reaccionara y abriera los ojos.

—¡Estoy bien, tranquilos!—grité para parar esa locura de plan. Frente a mi se encontraba mi queridísima Elsa, con sus manos dando pequeños chispazos a su alrededor. Al lado de ella estaba Oliver, que suspiró con exageración.

—¿Cuánto más ibas a esperar para dar señales de vida, niñata?—exclamó, aunque con apariencia de tranquilidad.

—¿Qué ha pasado? ¡Te hemos encontrado tirada en el suelo, inconsciente! Menos mal que Oliver había ido a comprar algunas cosas del viaje y te encontró, sino a saber qué te hubiera ocurrido—expresó atropelladamente.

De repente me vinieron a la cabeza todo lo que había pasado: Sam, el chico que se llamaba Theo, el disparo...¡El disparo! Yo había notado como la bala se metía dentro mía, cómo me había caído del dolor. En ese momento no notaba nada, ni un rasguño. Podía moverme bien e, incluso, ponerme de pie sin esfuerzo, aunque me notaba un poco mareada. No entendía cómo había ocurrido todo eso, ¿Tal vez fue imaginación mía? ¿Me estaba volviendo loca? ¿La presión estaba acabando conmigo?

—¿Vas a respondernos o te vas a quedar callada como una muerta?—preguntó impaciente Oliver.

—¿Me has encontrado aquí sola?—pregunté pensativa, mirando a mi alrededor incrédula.

Proyecto Mejorados (Agente Ventisca N°2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora