Llegada a Rusia

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Ya hacía una hora y media que habíamos despegado del aeropuerto. Yo miraba por la ventanilla, observando las nubes que pasaban velozmente por el cristal. Oliver parecía estar durmiendo o, al  menos, tenía los ojos cerrados. Elsa se entretenía leyendo una de esas revistas que puedes conseguir en los aeropuertos y, por lo que podía oír, Caleb y Jack hablaban sobre sus respectivas ciudades. Podía parecer a simple vista un viaje de ocio, que íbamos a pasarlo bien y a conocer otra cultura diferente. Sin embargo, la realidad era muy distinta a ésa.

Intentaba borrar el pensamiento que rondaba en mi cabeza de que había un espía entre nosotros. No podía creerlo o, simplemente, no quería hacerlo.

  — Se lo he contado. — me susurró de repente Elsa, haciendo que yo pegara un pequeño respingo en mi asiento. Tras ver mi mirada de desconcierto, suspiró y añadió —Lo de la muerte de Jason.

Con ese nombre ya pude situarme en lo que me estaba diciendo Elsa. Ella se había quedado en el aeropuerto con Oliver con el propósito de contarle lo que le pasó a Jason. Desgraciadamente, con el percance que sufrí allí ni me acordé de preguntárselo.

  — ¿Cómo reaccionó? — pregunté, mirando a Oliver de reojo para comprobar que dormía profundamente.

  — Demasiado bien, es muy raro. Es cierto que le temblaba la voz y que tuvo que sentarse tras contarle yo cómo había muerto. Sin embargo, no derramó ninguna lágrima ni parecía demasiado consternado. Es decir — se paró un momento para pensar detenidamente lo que iba a comentar.— Como si no le hubiera afectado demasiado o no lamentara la muerte de su amigo.

  — Tal vez ya lo tenía asumido, puesto que se suponía que Jason había huido con nosotros y, además, Gamma no lo tenía cautivo. O a lo mejor no quiere derrumbarse contigo al lado. — opiné pensativa. Que Oliver no era de mi devoción era una cosa ya sabida pero no podía creer que fuera tan insensible.

 — Eso pensé yo cuando se fue a dar un paseo por la terminal al yo darle la noticia. Y menos mal que lo hizo porque, si no, no te hubiera encontrado.— contó Elsa— Pero, aunque se lo haya dicho sigo teniendo una carga dentro mía por la muerte de Jason. Él serviría más que yo en esta misión...

  — No vuelvas  decir eso — le corté rápidamente, de forma brusca.— Él dio su vida por ti, no la menosprecies. Debes seguir adelante, por él, por su causa. Ese dolor que sientes es algo normal pero es algo con lo que deberás vivir. Vida solo hay una. Él la utilizó para conseguir que Gamma no destruya a más personas y su última acción fue salvarte a ti. Ahora te toca utilizar bien ese regalo que te dio. No la desperdicies.

Ella me miró con los ojos como platos y yo no sabía qué iba a hacer a continuación. De repente, su mirada cambió a una feroz y determinada. Parecía desprender energía por cada parte de su cuerpo.

  — Seguiré su causa. No permitiré que destruyan más vidas con el único propósito de conseguir más poder. No podrán con nosotros. — expresó la pelirroja con gran determinación.

  —Claro que no, hermanita. — corroboré yo con una media sonrisa. Su energía era contagiosa y, en ese momento, creía que podíamos conseguirlo. Lo malo era cuánto me duraría esa esperanza.

Preferimos no seguir hablando de ese asunto y, para cuando nos dimos cuenta, ya el avión había aterrizado en Moscú. Mi primera impresión de la ciudad es que era muy diferente a las que yo había estado anteriormente, allí en mi país. Sin embargo, que ese lugar fuera el primero del que yo tenía recuerdos, donde me desperté sin memoria y donde conocí a Steve me dio una especie de sensación de nostalgia. Allí era donde todo ésto había empezado.

Había alquilado, con ayuda de Steve, la casa donde habíamos convivido tres meses hacía ya nueve años. Afortunadamente me había dado las señas para encontrarla sin dificultad en esa hermosa gran ciudad.

  — Este frío es antinatural.— comentó con los dientes castañeando Elsa.

  — Bienvenida a Rusia, pequeña.— expresó sonriente Jack. Inmediatamente se quitó la bufanda para dársela a Elsa — No vayas a ponerte mala ahora, que te necesitamos con todas tu fuerzas.

Ella le miró agradecida y nuestro amigo se giró hacia mi. Yo iba un poco desabrigada en comparación con los demás, así que ya podía imaginarme lo que me iba a decir Jack cuando me miró.

  — El hielo es mi elemento. No tengo nada de frío ahora mismo. Soy casi inmune por lo que parece. — respondí con alegría, declinando su oferta de darme algo de abrigo. Por fin mi poder me daba algo útil y no me complicaba la vida.

Cuando llegamos a la casa, pude comprobar que estaba igual que hacía años. Me acordaba de las carreras que nos dábamos bajando o subiendo las escaleras, los intentos de cocina de Steve, el olor del pan recién horneado que entraba por la ventana por las mañanas...Era como si viera fantasmas de mi pasado.

  — Muchas sensaciones y recuerdos, ¿No?  — me preguntó Caleb detrás mía, con una sonrisa. Yo asentí y se le ensombreció un poco el rostro.

  — Es lo que yo sentí cuando volví a mi hogar hace dos meses y medio. — expresó con un tono apagado. Después de ésto siguió hacia delante, haciendo crujir cada peldaño que subía de la vieja escalera.

Oliver no había dicho ni una palabra desde que habíamos aterrizado y eso me tenía confundida. Ni una réplica, ni una pulla...Nada. Llamé a la puerta y, tras unos cuantos segundos, me abrió una señora corpulenta y medía más de veinte centímetros que yo. Me seguía pareciendo muy grande aunque yo hubiera crecido tras el paso de los años. Esta señora me asustaba un poco cuando yo era pequeña y me escondía detrás de Steve.

  —¡Pero cuando has crecido, niña!—exclamó la mujer con los rizos castaños, dándome un gran abrazo y aplastándome por ello.—¿Quiénes son?

  — ¿Habla usted nuestro idioma?  — preguntó confundido Jack tras haber escuchado el perfecto acento de la señora.

  — Yo soy también estadounidense.  — respondió con una enorme risa.— Conocí a mi marido cuando yo estaba aquí de viaje y, desde entonces, no me he movido de Rusia. Fue un flechazo en toda regla. Veréis, yo estaba en el hotel cuando...

  — Mamá, no creo que les interese la historia de cómo conociste a papá. Ni siquiera a mi me gustaría volver a escucharla después de las quinientas veces que me la has contado.  — le cortó una voz con un fuerte acento que salía de detrás suya. Parecía costarle un poco articular las palabras pero no por eso se le entendía mal.

    — ¡Nina, estoy con unos clientes! ¡Vuelve a casa, que ya hemos terminado de ordenar el piso! — exclamó su madre, sorprendida por lo dicho por su hija. — Si nos disculpáis...

    —  Déjame presentarme a los inquilinos al menos. — Expresó con un bufido la chica.

La chica salió de detrás de su madre, que la tapaba completamente. Tendría unos 16 años y era delgada y menudita. Su pelo era de un rubio muy claro, recogido en una larga trenza. Su tez, blanca como la nieve, hacían resaltar sus ojos celestes. Nos miraba con extrañeza y amabilidad.

    — Yo soy Nina y os doy las gracias por alquilarnos el apartamento. Si queréis algo llamadnos a al teléfono que está en la nevera y acudiré encantada. — Nos miró a cada uno detenidamente y se paró en Caleb y añadió, con una sonrisa picarona.  — Aunque tú me puedes llamar cuando quieras.

Caleb se puso rojo y apartó la vista, incómodo. Jack intentó aguantarse la risa ante tal situación. Yo miraba incrédula a la chica.

    — ¡Nina, basta! ¡A casa!— gritó su madre escandalizada. —Os he dejado la llave en la encimera y he preparado los sofás con mantas y sábanas, ya que no hay suficientes camas. Espero que os lo paséis bien en Rusia y que repitáis otra vez.

    —¡Hasta luego, amigos! — gritó Nina mientras bajaba las escaleras de dos en dos, mientras su madre iba detrás, gritándole algo en ruso.

Tras ese extraño percance, observé desde la puerta la primera casa de la que tenía recuerdos reales. Mi primer hogar.


Proyecto Mejorados (Agente Ventisca N°2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora