Parte 1

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Niall Horan, un niño de 12 años que vive solamente con su madre en un pequeño departamento justo a las afueras de Irlanda. No hace mucho que su madre le había dicho que en algún momento se mudarían, al pequeño le había fascinado la noticia, no solo viviría en otro lugar sino que también haría nuevos amigos.

–Empaca tus cosas, Ni– Había dicho su madre. –La mudanza viene por la mañana– Y después de esas palabras, Niall corrió a su habitación y comenzó a guardar todo a una velocidad extremadamente rápida. Cuando todo estuvo empacado, el pequeño ojiazul le dio una última mirada a su vieja habitación. Había pasado buenos momentos ahí, pero ya era hora de un cambio.

Justo a la mañana siguiente, tal y como lo prometió su madre, la mudanza ya los esperaba para ir a su nueva casa en ese lugar mágico que su madre llamaba Londres, el solo pronunciar el nombre le hacía pensar en grandes edificios antiguos, personas agradables y sobre todo, casas de esas que solo conocía gracias a las películas.

El viaje no fue largo, al contrario, fue algo totalmente ameno y divertido, el pequeño Niall cantaba con demasiado entusiasmo una que otra canción irlandesa que su madre amaba escuchar de la dulce voz de su hijo. También jugaron varias veces a golpear sus hombros con ligereza al ver un auto de algún color en específico. –¡Auto verde, mami!– Gritó el ojiazul golpeando a su madre. –¡Hey! Tú decías los autos azules– Dijo su madre con diversión. –Lo sé, pero me gusta el verde así que ahora serán verdes– Dijo Niall con una sonrisa inocente, pura, la sonrisa de un niño.

Después de unas cuantas horas, su mudanza y su auto estacionaron fuera de una casa ubicada en un lindo vecindario, al igual que los que le gustaban a Niall, grande con pequeñas casas idénticas, con la excepción de una. Era la casa de junto, era grande, azul con un tejado que cubría solo el borde de las paredes de la parte de arriba, tenía un jardín con rosas de todos los colores y en el centro una fuente que parecía no haber sido encendida desde hace un buen tiempo, y justo en la ventana vio a un chico, asomándose por esta, Niall sonrió amigablemente y saludó al chico, este quiso regresar el saludo pero prefirió ocultarse detrás de las cortinas.

–Mami, los chicos de aquí son raros– Susurró el pequeño cerca del oído de su madre. –¿Por qué lo dices?– Preguntó su madre mirándolo. –Saludé al vecino y se escondió, tal vez no le agrado– Dijo bajito y bajó su mirada. –No digas eso, tal vez es tímido, deberías ir a visitarlo, claro, después de desempacar– Dijo su madre con una sonrisa pequeña. Tal vez ella tenía razón, debía visitar al chico y tal vez ese podría ser su primer amigo.

Pero que impredecible es el destino con algunas personas. A veces te quita algo y cuando menos lo imaginas, te recompensó tu pérdida con la llegada de alguien o algo nuevo.

Eso era lo que pensaba el pequeño Harry de 13 años, vivía en esa gran casa azul que había dejado de ser especial desde la pérdida de su amado padre y hermana en un feo accidente de auto. Su madre dejó de regar las rosas y la fuente de pronto solo se convirtió en un artilugio estorboso en su jardín, las copas de whisky se habían convertido en sus mejores amigas y cuando el whisky se acababa, su consuelo era el ron.

Harry deseaba que su madre fuera como antes, que se diera cuenta que no todo estaba perdido, que él aún estaba ahí y la necesitaba. Pero después de un par de años sin ver progreso en su madre, la resignación llegó y pronto se convirtió en un chico independiente, él regaba las rosas y trataba de mantener su casa en pie, lo único que prometió no volver a tocar era la fuente, la fuente era el recuerdo de la alegría que se perdió en su casa hace un par de años.

Pero de pronto, su mundo oscuro fue iluminado con una sonrisa angelical, un cabello rubio como sol y unos ojos azules como el cielo, tenía un nuevo vecino, no parecía de su edad, tal vez un poco más pequeño, y justo cuando pensaba que el niño no lo veía, este se giró, miró a Harry y le sonrió, joder, su sonrisa, eso hizo que Harry se pusiera nervioso y se escondiera detrás de las cortinas.

Estúpido, pensó después de haber hecho eso, abrió las cortinas de nueva cuenta y el niño ya no estaba ahí, tal vez había entrado a desempacar, y justo cuando se estaba armando de valor para ir a hacer un nuevo amigo, (sin mencionar que no tenía muchos), su madre le llamó desde el segundo piso. –¡Ya no hay whisky ni ron! Se buen chico y ve al target por unas botellas para mami, Harry– Dijo mirándolo con una sonrisa, una horrible a decir verdad, Harry suspiró, tomó el dinero de su mesa de noche y después salió al target.

Tal vez estaba mal seguir alimentando los vicios de su madre, pero le importaba tan poco que cuando pensaba en la posibilidad de perder a su madre, bueno, un peso desaparecía de su espalda. No era un mal hijo, solo creía que las personas debían ser tratadas de manera reciproca, "Trata mal y te tratarán mal, trata bien y te tratarán bien", su madre se había comportado horrible con él los últimos años, ¿por qué no darle un poco de karma?

This Town »N.S«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora