Ven, el desayuno ya está en la mesa

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La alcaldesa llegó a casa y antes de correr hacia su armario, pensó en qué hacer para que Emma comiese, a fin de cuentas, necesitaba mantener la promesa de que cuidaría del bienestar de Emma y del bebé y eso incluía alimentarla correctamente. Conociendo a la rubia, Regina sabía que tendría que ser bastante creativa para hacerla comer, no muy diferente a lo que estaba acostumbrada a hacer con Henry. La única diferencia es que ella obligaba a su hijo a comer lo que hubiese preparado, infelizmente no podía obligar a Emma.

«¿Vamos a pedir algo a Granny's?» sugirió Emma tirándose en el sofá y bajándose de nuevo la cremallera de los pantalones.

«¿Te has vuelto loca, verdad?»

«¿Qué hay de malo en Granny's, Regina?»

«¿Por causalidad en Granny's hay ensalada verde como entrante, filete a la mignon acompañado de verduras y patatas asadas al horno, y quién sabe, un postre?»

«He...creo que no, ¿por qué?»

«Eso es exactamente lo que hay de malo allí. Voy a prepararte tu almuerzo y asegurarme de que ese bebé coma correctamente, espero que te guste el filete a la mignon»

«Ahh, está bien, no es mi plato preferido, pero...»

Regina giró el cuello y la miró furiosa interrumpiendo lo que Emma iba a decir

«Pero me va a encontrar come tu filete a la mignon con verduras en vez del queso a la parrilla de Granny's» continuó Emma con una sonrisa completamente forzada, pero suficiente para que Regina quedara satisfecha y continuara su camino hasta la cocina.

Regina terminó de comer, pero no se levantó de la mesa hasta asegurarse de que Emma estuviera satisfecha. La rubia se había comido todo lo que la alcaldesa le había servido, aunque hubiese preferido comerse el sándwich de queso de Granny's.

Mientras terminaba de recoger la cocina, Regina pensó en lo agradable que era tener compañía para comer, además de Henry. El muchacho, ya bastante grande, pasaba más tiempo con los abuelos que con ella. La alcaldesa se sentía sola en aquella enorme casa, por eso, se ocupaba con las cosas de la alcaldía el máximo tiempo posible.

Aquella era una noche especial para la alcaldesa, se esforzaba para que Emma se sintiese como en casa y estuviera cómoda. Emma, de alguna forma, la turbaba, pero no negativamente, sorprendentemente, Emma turbaba a la alcaldesa de forma positiva, del tal que forma que, a veces, Regina no sabía qué hacer para intentar agradar a la rubia.

«Regina, quería agradecerte por todo lo que has hecho por mí, por nosotros, realmente»

La alcaldesa se congeló con las palabras de Emma. La morena tenía la certeza de que Emma había desistido y había decidido volver a casa de los padres. Sin entender por qué, un sentimiento de miedo y de soledad la invadió, se giró hacia la rubia, con una expresión de derrota en la mirada.

«Emma, no tienes que agradecerme nada. Dije que te ayudaría y es exactamente lo que estoy haciendo, ¿no?»

«Sí. Quiero decir que no tenías por qué hacer todo esto...» decía la rubia apoyándose en uno de los taburetes de la cocina.

«Claro que tenía que hacerlo, si hay una cosa que tus padres me enseñaron es que en esta familia nadie se queda atrás, Emma. Y tú, bueno, eres familia»

En ese momento, Emma ya estaba sentada en el taburete con la cremallera de los pantalones bajada, solo observando a Regina que se secaba sus manos en el paño de cocina después de lavar la loza.

«Creo que sí. Pero no quiero ser una molestia. Tú tienes tu rutina y yo, bueno, estoy con este lío» dijo mientras reía, risa que llegó fácilmente a la morena

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