Swan, en breve solo seremos los tres

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Finalmente todo parecía estar preparado para liberar la magia en Storybrooke. Blue informó que Tinker ya estaba trabajando en la trasformación de los diamantes en polvo y que no debería llevar mucho tiempo, así que Regina debería estar lista para ser solicitada en cualquier momento del día o de la noche.

Un mes había pasado desde la confesión de Regina y la morena ya había perdido las esperanzas de ser feliz al lado de Emma. Quizás se había precipitado al declararse, o tal vez, sencillamente, no estaba para ocurrir, como siempre que se había enamorado. No estaba para ocurrir. "Chica tonta, el amor es debilidad" Al contrario de lo que su madre siempre le hubo dicho, Regina estaba vez no se sentía débil. El amor que sentía por Emma la convertía en una mujer mejor, más decidida, y con los pies en la tierra. Se sentía una mujer infinitamente más fuerte por amarla incondicionalmente.

Sentada sola en el sillón del cuarto que hubiera sido destinado al hijo de la rubia, Regina observaba los muebles vacíos e intentaba recordar memorias que nunca vivió.

«¿Mamá? ¿Puedo entrar?» pidió Henry mirándola desde la abertura de la puerta del cuarto

«¡Claro, hijo! Entra»

El muchacho se dirigió hacia ella, le dio un beso en el rostro y se sentó junto a ella.

«¡Lo siento mucho!» habló con la cabeza gacha

«¿Qué sientes, hijo?»

«Mi madre...Emma»

«Ah, hijo mío, no te preocupes, ¡estaré bien! Siempre me recupero, ¿no es verdad?» forzó una sonrisa y acarició la mandíbula del hijo

«Pero esta vez sé que es diferente para ti»

Regina se aguantó las ganas de llorar. Realmente era diferente y apenas sabía si iba a aguantar un minuto más sin noticias de Emma.

«Sé que la amas. La amas tanto que la has dejado ir» dijo Henry.

«Pero es eso lo que tenemos que hacer cuando amamos a alguien, Henry. No puedo obligar a tu madre a que se quede»

«Solo está confusa, mamá. Lo sé. ¡Ella también te ama!»

«Henry, por eso no quería que te envolvieras en esta historia, no quería que salieses herido o te desilusionase, si las cosas no salían bien»

«Pero eres tú quien estás herida... ¡Y no estoy haciéndome ilusiones, sé de lo que estoy hablando!»

Regina movió la cabeza hacia los lados, en señal de negación. No serviría de nada discutir con Henry. El chico era testarudo.

«Henry...»

«No, mamá. Conmigo fue lo mismo. Cuando Philipe dijo que estaba enamorado de mí, no quería hablar con él o verlo. Sentí miedo. ¿Sabes por qué? ¡Porque estaba enamorado, y era por un chico!»

Regina sonrió, era la primera vez que Henry hablaba de sus sentimientos con ella. Realmente, no recordaba una sola vez en que el hijo le hubiera dicho que estaba enamorado por Philipe, o le hubiera hablado abiertamente de su homosexualidad. Al contrario de lo que había pensado, la morena se sintió tranquila con respecto a Henry, sabía que Philipe también era un gran muchacho.

«Amor, tu madre y yo ya no somos unas adolescentes como vosotros... Es diferente cuando se es adulto, las cosas son más complicadas y, en fin, Henry, intenta comprender...»

«¡Estás equivocada, mamá! No puedes rendirte, ¡ella solo tiene miedo!»


Faltaba poco más de un mes para cumplir los nueves meses de embarazo, y la rubia no podía estar más ansiosa con la llegada del bebé. De regreso en casa de sus padres, la rubia no se sacaba a Regina de sus pensamientos ni un minuto. Ya era lago enfermizo, pero Emma no conseguía evitar el deseo de tener noticias de la morena. Cogió su chaqueta, pero no la roja, que se la había dejado olvidada en casa de Regina, una negra, y caminó hacia la puerta.

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