Imagine

Buenas noches, señorita Swan

Según lo acordado, Regina estaba puntualmente a las nueve esperando a Emma en la sala. La alcaldesa solo había aceptado ir a aquel sitio porque su corazón no conseguía negar nada de lo que la rubia le pidiese, aunque sabía que, esa vez, la rubia la había invitado después de haberla visto enfadada. De cualquier manera, Regina se sintió feliz al ver que a Emma le importaban sus sentimientos, pero ya estaba arrepentida de la decisión.

Henry entró en casa con Philipe y se encontró con su madre toda arreglada.

«¡Henry! Pensé que ya estarías en el cine, hijo» miró comprobando el reloj, confirmando que la sesión de las ocho ya habría empezado hacía mucho tiempo.

«Ehhh...Pensé que ya habíais salido. Solo he conseguido entradas para las diez»

Detrás de Henry, apareció Philipe. Regina ya se pudo imaginar quién sería aquel muchacho y con una gran sonrisa avanzó hasta el muchacho para saludarlo.

«¡Tú tienes que ser Philipe! Soy Regina, la madre de Henry. ¡Un placer!»

«Hola, señora Swan, encantado. Disculpe por llegar a su casa sin avisar, es que Henry vino a buscar una camisa y yo lo he acompañado»

Regina sintió cómo su rostro enrojecía. El muchacho la llamó usando el apellido de Emma y aquello era deliciosamente inusitado para ella.

«Swan es el apellido de la otra madre de Henry, de Emma. Mi apellido es como el de Henry, Mills. Y no te preocupes, siempre serás bienvenido a esta casa»

Henry se llevó la mano a la cabeza y le reviró los ojos a su novio. Creyó que su madre se había quedado completamente contrariada con la confusión de los apellidos.

Philipe, muy educado, intentó arreglar el malentendido.

«Discúlpeme, señora Mills, es que como son una pareja, pensé que usaban el mismo apellido»

«¡Philipe!» lo reprendió Henry. No sabía que hacer para que el novio dejase de hablar. El árbol genealógico de Henry no podía ser explicado en una rápida conversación, era mejor que no quisiese entender, al menos en aquel momento.

«¿Qué he hecho, Henry?» preguntó Philipe sin entender lo que allí estaba pasando.

Emma finalmente apareció en la sala. La rubia, al final, se había decido a dejar sobresalir la barriga en una blusa roja ajustada y pantalones de seda blanca, estaba encantadora a los ojos de Regina. Y no escondió su admiración al ver a la rubia acercarse, causando desconfianza en Henry, que fue el único que percibió el brillo en la mirada de la alcaldesa.

«¡Hola, hijo! Hola Philipe, ¡qué bueno verte de nuevo! ¿Vamos, Regina?»

«Hola, señora...¿Swan? ¿Acerté esta vez?» preguntó Philipe intentando hacer una gracia

«¿Qué pasa aquí?» preguntó Emma girando la cabeza hacia Henry y después, hacia Regina, buscando una respuesta en la mirada de alguno de ellos.

«¡Nada, mamá, olvídalo! Podéis iros. ¡Os veo mañana!»

«Espera hijo, ¿queréis que os llevemos? Emma y yo podemos, de camino, dejaros en el cine»

«No, mamá, no queremos molestar, ¿verdad, Philipe?» Henry le dio un codazo al novio para que dejase de mirar la barriga de Emma.

«Ah, sí. ¡Estaría genial que nos llevasen!»

Emma estaba confusa. La rubia se había dado cuenta de las maneras distraídas de Philipe, además de las miradas que el muchacho le lanzaba. Henry se preguntó cómo podría estar enamorado de un chico tan despistado.