¡Regina, estoy embarazada!

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Seis meses antes

El repiqueteo de los tacones de Regina rompió el silencio en la comisaria. Emma trató de limpiarse rápidamente las lágrimas que se deslizaban por su rostro. Se colocó en la silla en una posición como si, de hecho, estuviese trabajando. Se arregló el cabello y esperó a que la morena entrara. Solo por el sonido de sus zapatos en el pasillo supo que estaba llegando.

«Señorita Swan» saludó Regina

«Hola, Regina» respondió Emma sin ánimo ninguno «¿Necesita algo?»

«Sí, tengo que hablar con usted. ¿Está muy ocupada?»

Regina intentó mirar a Emma a los ojos, pero esta desviaba la mirada. La morena, muy observadora, consiguió divisar las lágrimas escondidas de Emma. No le interesó preguntar el motivo, lo que entristecía a la rubia poco le interesaba. Solo sintió curiosidad en saber qué podría causar tristeza a Emma, que a su parecer, llevaba una excelente vida, muy diferente a la suya. Emma no tenía que despertarse todos los días con la carga de saber que su novio había dejado embarazada a su loca hermana. Ese sí sería un buen motivo de lágrimas, pero Regina estaba aguantando firme y manteniendo su relación, aunque le costara asumir ese bebé.

La morena, como era de prever, escogió mantener la profesionalidad y no entrometerse en la vida de Emma. Pensó que ya era castigo suficiente para la rubia tener a Mary Margareth como madre. Seguramente la mujer la llenaba de preguntas el tiempo entero. Regina optó por seguir adelante con los asuntos realmente relevantes para la ciudad, sin prestar atención a Emma.

«No, tengo tiempo. Podemos hablar»

Regina nunca había prestado atención en Emma, pero en aquel momento, intentando adivinar lo que la rubia escondía, consiguió ver algo más allá de la obvia belleza de la rubia. No es que nunca hubiera reparado en lo hermosa que era, a fin de cuentas, Henry se estaba convirtiendo en un guapo muchacho, probablemente, había heredado los buenos genes de la madre, porque ciertamente, Neal no hacía justicia a la belleza de su hijo, pero hoy Emma estaba especialmente linda. Los ojos que asemejaban dos esmeraldas y la sonrisa bobalicona, típica de la rubia, tenían un significado totalmente diferente para Regina. Antes la irritaban, hoy, misteriosamente, le encantaban.

La alcaldesa se esforzó en recordar cuándo había sido la última vez en que Emma la había provocado y habían peleado, pero no consiguió acordarse de ninguna fecha o motivo. Le extrañó el hecho de no saber cuándo Emma había dejado de ser insoportable. Aún tenía unos prontos que dejaban que desear, obviamente. Regina dejó caer los ojos en el montón de papeles desorganizados que estaba encima de la mesa y, en su cabeza, lo anotó como una de las cosas que Emma debería mejorar. A pesar de que siempre le entregaba informes perfectos, debería ser más organizada. La rubia también debería ser más responsable con respecto a Henry. Esa historia de alimentarse como una niña era un pésimo ejemplo para el hijo, que siempre se justificaba diciendo que Emma le dejaba comer esas cosas. Regina tenía el doble de trabajo. Y allí estaba, al lado del revoltijo de papeles y de la caja de donuts. La rubia también tenía que escoger mejor sus relaciones, no es que Regina tuviese nada que ver con eso, pero un pirata de pasado dudoso, que se ponía lápiz de ojo desde sabe Dios cuándo, no era exactamente la mejor compañía para su hijo.

Emma era realmente muy guapa para mantener una relación con Hook. Emma siempre se perfumaba, Regina conseguía oler su perfume a metros de distancia, siempre sabía cuándo estaba llegando. Mientras que el pirata cargaba con una barriga de ron, Emma exhibía un cuerpo escultural, y de eso Regina podía hablar con propiedad. Se acordó de la vez que vio a la rubia en braguitas. Encontró absurdo que alguien abriera la puerta solo llevando unas braguitas rojas, ¿qué tipo de persona hace eso? Emma Swan era ese tipo de persona, completamente irresponsable, irresponsable, pero adorable.

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