Creo que ella también te ama

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«¿No vas a hablar conmigo, Regina?»

«Estoy hablando, ¿o no, Señorita Swan?»

«¡No me vengas ahora con lo de "señorita Swan"!»

Regina arqueó la ceja y se giró hacia Emma

«Esa es la forma en la que trato a las personas de las que no soy íntima»

«Sabes muy bien lo que quiero decir»

«No lo sé»

«Regina, por favor, no dijiste nada durante la ecografía. La aceitunita sintió falta de oír tu voz, y casi ni se movió. Aunque ya no puedo llamarlo aceitunita, ahora es una papayita...»

«¡Deja de referirte al bebé con esos nombre horrorosos de comida y escoge pronto un nombre decente!»

Regina detuvo el coche en frente de la comisaria para dejar a Emma.

«No tuve tiempo de prepararte la comida hoy. Si lo necesitas, llámame y te traigo alguna cosa para que comas»

«No te preocupes, voy a estar bien»

La rubia bajó del coche cabizbaja, estaba visiblemente enfadada. Regina miró el asiento vacío a su lado y se dio cuenta de que Emma había dejado caer la imagen de la ecografía que acababa de hacerse.

La alcaldesa cogió la imagen y sonrió. El bebé realmente había crecido bastante desde la última ecografía.

Se quedó mirando al bebé e imaginando como sería su carita.

Se acordó del tamaño pequeñito que los pies tendrían cuando el bebé naciera y del olor agradable que tiene todo recién nacido.

Acarició la foto antes de darle un rápido beso a la imagen.

En ese minuto dejó apartada a la Regina que tenía que estar controlándolo todo. Ya era hora de aceptar sus sentimientos y dejar que las lágrimas cayeran. La morena sintió que su vida era un verdadero caos y no sabía por dónde comenzar para arreglarla.

Estaba perdidamente enamorada de Emma y del bebé. Y todo eso era un error.

«¡Regina!»

Escuchó que alguien tocaba en el cristal del coche. Había parado ahí porque necesitaba de aquellos preciosos minutos en silencio, soledad y lágrimas, pero por lo visto, no los tendría.

«¡Regina, abre la puerta!»

La morena reconoció aquella voz sin tener necesidad de mirar quién era, la reconocería hasta en el mismo infierno. No quería mirar y enfrentarse a Mary Margaret en aquella situación. ¡Se preguntó por qué el destino disfrutaba tanto arruinando su vida!

Quitó el seguro de las puertas y dejó que la morena más joven entrara en el coche.

«¿Qué estás haciendo parada aquí?»

Regina no sabía qué responder. Aquella mujer era curiosa y entrometida, lo último que la alcaldesa quería era tener que darle explicaciones de su desastrosa vida a Mary Margareth.

«Vine a dejar a Emma» respondió con los ojos húmedos

«¿Está todo bien? ¿Por qué estás llorando, Regina?»

«¡No te preocupes! ¿Quieres que te deje en algún lugar ya que estoy de camino al trabajo?»

«¡No, gracias! Solo le vine a traer a David la comida porque se le había olvidado»

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