Igualita a la madre

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«Mamá, ¿cuándo voy a conocer a mi hermana?» preguntó Henry, que ya estaba inquieto en el cuarto con sus madres.

«Ya mismo. Regina, ¿no crees que están tardando mucho para traerla de vuelta?» preguntó Emma

«Necesitas descansar, Emma. Aprovecha para dormir un poco, yo llevo a Henry para que la vea»

El muchacho sonrió ampliamente, apenas podía esperar para conocer a su hermana pequeña. Henry, desde que era pequeño, le pedía a Regina que le diese un hermanito para jugar. Al conocer a Emma, el muchacho comenzó a pedírselo a ella, pero creía que las posibilidades de que alguna se quedase embarazada eran casi nulas.

«Mamá, ¿cómo se va a llamar?»

Emma se encogió de hombros

«Todavía no he tenido oportunidad de mirarla bien, así que aún no lo he decidido»

Regina puso los ojos en blanco, no podía creerse que Emma estuviera tan tranquila, incluso en su opinión, llegaba a ser flemática.

«Bueno, mientras no le pongas ningún nombre de comida en el registro...»

«¿Tienes alguna sugerencia , Regina?»

«Tengo algunas, pero me las voy a guardar para más tarde. ¿Vamos, hijo? Así tu madre puede descansar un poco...»

El muchacho se levantó y Regina le dio un beso, aunque sin gracia, a Emma. La alcaldesa aún no sabía cómo actuar delante del hijo, a pesar de que él conocía el amor que las dos se profesaban, ella aún no lo había demostrado públicamente.

«¡Me gusta veros juntas!» reveló Henry arrancándole una sonrisa a Emma

«¡Ahora vayan a ver a mi muchachita y me cuentan cómo está»

Los dos salieron del cuarto y caminaron hasta donde se encontraba el nido con los bebés recién nacidos.

Para su sorpresa, solo había un bebé allí. Regina miró a la niña durante unos instantes, pero podría reconocerla a metros de distancia, y aquella niñita definitivamente no era la hija de Emma. La alcaldesa decidió esperar a que alguna de las enfermeras pasara para preguntarle dónde estaba la hermana de Henry.

«¿Estás segura de que esa no es mi hermana, mamá?»

«No, hijo. Tu hermana tiene el pelo oscuro» respondió Regina al constatar que la niña que tenía delante era rubia, casi pelirroja. Y entonces, se dio cuenta de quién era esa otra niña, su sobrina.

Regina, curiosa, empezó a mirar con más atención a su nueva pariente, hija de Robin y Zelena. Observó que era bonita, trazos delicados y perfectos, pero nada comparado con la belleza de la hija de Emma. Observó los movimientos, ya muy bien coordinados, que aquella niñita hacía. La niña levantó un dedito y, Regina vio cuando, en ese mismo momento, cayó la carpeta de la información encima de la cuna. La alcaldesa frunció el ceño y siguió mirándola, no quería creer que aquello pudieras ser verdad. Regina golpeó el cristal con los dedos para llamar la atención del bebé, y en cuanto la niña la miró, comenzó a llorar descontroladamente. Regina resopló.

«¡Igualita a la madre!» rezongó

«¿Qué, mamá? ¿Quién es su madre?» preguntó Henry

«¡Zelena!» murmuró entre dientes

Las ventanas amplias de la maternidad dejaban ver la noche serena que hacía afuera. Ahora el bebé lloraba compulsivamente y la alcaldesa ya estaba arrepentida de haber provocado aquello, la criatura no tenía culpa de ser hija de quien era.

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