¡Este bebé va a esperar a Regina!

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«Regina, ¡tienes que ir! E...esa cosa...» señaló asustada el humo negro sobre sus cabezas «...puede ser peligrosa, ¿verdad? ¡Tienes que salvar Storybrooke!»

«¡No voy a ningún sitio antes de que el patito nazca, Emma!»

Regina no estaba tan segura de sus decisiones, ¿de qué serviría quedarse al lado de Emma cuando las palabras de Blue resonaban en su cabeza? Podrían no sobrevivir a aquello si la morena no hacía algo. Su sentido de obligación le gritaba que corriera hacia el pozo e invocase, de una vez por toda, aquella nube negra, pero en su corazón, Regina no podía dejar a Emma para que tuviera a ese bebé, que ella tanto amaba, sola.

Regina vio que el tiempo pasaba y que la nube se hacía cada vez mayor en el cielo. Necesitaba pensar rápido en cómo lidiaría con tantas cosas a la vez.

«¡Ay!» Emma gritó entre dientes, al sentir la primera contracción.

«¡Emma, ya! ¡Te estoy llevando al hospital ahora mismo!» dijo la morena completamente irritada por no saber qué hacer.

Regina no estaba acostumbrada a ese tipo de decisiones en su vida, nunca tuvo alguien por quien preocuparse, a excepción de Henry, que siempre estuvo bajo su atenta mirada, sin pillarla tan desprevenida.

«No, está bien. El patito no va a nacer...¡no ahora!»

«¡Lo mejor que podemos hacer es quedarnos en el hospital hasta que ese bebé nazca, Emma! No podemos estar esperando aquí de brazos cruzados»

«No, no vamos a quedarnos aquí, llévame contigo al pozo. Tienes que ir, déjame ir contigo, por favor»

La morena no iba a cometer esa locura, evitó, cuanto pudo, encarar los ojos suplicantes de Emma que, en aquel momento, reflejaban la angustia y el miedo que la rubia también sentía. Regina no era una inconsecuente y lo que más apreciaba era el bienestar de Emma y del bebé, no estaba dispuesta a ponerlos en peligro por dejarse llevar por sus emociones a flor de piel. Reunió todo el valor que tenía e hizo lo posible por traer de vuelta a la Regina Mills que siempre fue, necesitaba mantener la cabeza firme para no tomar la decisión equivocada. Con mucho dolor en su corazón, optó por ser razonable, necesitaba tomar las riendas de aquel amor desmedido si no quería que aquello costase la vida a las dos personas que más amaba.

«Emma, ¡no puedes venir conmigo al pozo! Vamos a buscar a tu madre y ella se quedará en el hospital hasta que yo regrese, ¿entendido?»

«¡No, no voy a ir al hospital! ¡No voy a hacer esto sin ti!»

«¡Lo vas a hacer, Swan! ¡Vas a tener que hacerlo!» Regina fue firme

«Regina, por favor...No me dejes sola...Creo que no lo voy a conseguir...»

«¡Emma, presta atención!» Regina alzó el rostro de la rubia y la miró seriamente «Tienes que conseguirlo, ¿oíste?»

«Yo...¡ay!»

«¡Sin peros, Swan!» finalizó Regina al ver a la rubia doblarse de dolor «David me acompañará y estaré de vuelta antes de que el bebé salga»

«¿Lo prometes? ¿Prometes que volverás entera a mí, a nosotros?» Emma se esforzaba para hablar, el dolor de la contracción era mucho más intenso de lo que ella recordaba.

«¡Lo prometo!»

La morena tenía las manos temblorosas y se aseguró de que Emma no percibiera lo nerviosa que estaba al prometer algo que ni ella misma sabía si podría cumplir, Regina no tenía idea de lo que se encontraría en el pozo de la ciudad. Arrancó el Mercedes y se dirigió a casa de los padres de la rubia.

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