¡Solo fue un beso!

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Regina regresaba a casa preocupada con las consecuencias que le contó el hada si algo saliera mal, martilleaban en su consciencia. Pensó, varias veces, en desistir del plan de traer la magia, probablemente los riesgos no valían la pena.

Los ciudadanos de Storybrooke no sabían cómo sería el proceso para traer de vuelta la magia y, como alcaldesa, Regina no podía causar un caos generalizado en la ciudad si les contara el riesgo al que se exponían. Por otro lado, no podía, simplemente, abandonar la idea sin dar explicaciones, ahora que todos esperaban por eso. Tomara la decisión que tomara, los riesgos eran altos, y la alcaldesa sabía que pedirían su cabeza.

Necesitaba conversar con Emma y escuchar su opinión. La alcaldesa consideraba inteligente a la rubia y le gustaba saber lo que ella pensaba de las propuestas de Regina relacionadas con el gobierno de la ciudad, además, Emma aún era la sheriff y de cualquier manera estaría enterada de la situación.

La morena entró en su casa y Emma no estaba. Le extrañó no tener ninguna llamada perdida en su móvil. La rubia no solía salir sin decirle nada o dejar algún recado avisando dónde iba. Regina intentó llamar a Henry para saber algo de la rubia, pero el muchacho tampoco contestaba al teléfono.

La alcaldesa sentía su cabeza a punto de explotar y realmente sentía la necesidad de hablar con alguien en ese momento. Quería vaciar su cabeza de todas las preocupaciones que tenía. Volvió al coche y decidió dar una vuelta por la ciudad para ver si le surgía una buena idea o alguna respuesta de lo que debería hacer. Mientras conducía, la alcaldesa intentó, varias veces, llamar a Emma al móvil, pero el aparato daba señal de apagado todo el tiempo.

Regina conducía rápido por la ciudad y su mente trabajaba a la misma velocidad y, de repente, vio de nuevo, cuando pasaba cerca del puerto, a aquel hombre de ropas negras. Estaba segura de que era el mismo hombre que estaba en el aparcamiento del hospital. Instintivamente, dio la vuelta en la primera calle que pudo y rodeó la manzana lo más rápido posible. Rehízo el trayecto, con los ojos bien atentos, a una velocidad bastante lenta, para conseguir ver de nuevo aquel bulto. Pero ya no había nadie. Aquello le intrigó y, esa vez, no estaba bajo los efectos de los medicamentos. No iba a estar volviéndose loca y viendo alucinaciones.

Cada vez que Regina pensaba en abrir las puertas de Storybrooke para que todos fueran libres, era tomada por el miedo de tener a Hook de vuelta. La morena llevaba unas horas bajo una intensa presión y prefirió atribuir aquella visión al estrés que sentía esa noche. Probablemente su cabeza cansada proyectó aquella figura para confundir su atención y desviarla del foco de lo que era importante de verdad.

Sacudió la cabeza para los lados, intentando olvidar lo que había visto y lo que no, y siguió su camino sin rumbo fijo. Pasó frente a Granny's y, para su suerte, vio dentro a los Charming. No eran precisamente con quienes quería hablar sobre sus miedos y angustias por el futuro, pero podrían ser suficiente en ese momento.

Estacionó su Mercedes en la calle y caminó hasta el restaurante.

«¡Regina! ¿Cómo fue la reunión con Blue? Era hoy, ¿no?» preguntó Mary

La morena encima tenía que lidiar con esa desconfianza, Mary Margareth nunca se había interesado tanto por los asuntos de la alcaldía como en los últimos días. Ni siquiera cuando tuvo que interesarse. Cuando asumió el cargo en su lugar, Mary le imploró que volviese. Ahora el regreso de la magia a Storybrooke y todo lo relacionado era del mayor interés para la más joven. Mary llegó a llamar a Regina para preguntar cómo iba a pasar todo, tal era su ansiedad.

«Sí, Mary, me reuní con Blue antes y puedo afirmar que todo fue bien. El plan ya está trazado» respondió vagamente

«Ahh...¡Bien! ¿Cuándo pretendéis llevarlo a cabo?»

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