Te amo, señorita Swan

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«Yo...yo...Es...» Regina no sabía qué decir. Tenía tanto que decir, pero ningún sonido salía de su boca. Nada, absolutamente nada. «¿Puedo tener un poco de privacidad con mi esposa?» pidió irritada, para ganar tiempo y pensar qué hacer

«Tendrá toda la privacidad del mundo cuando pase de aquella puerta, no se preocupe, Regina. Ahora necesito estar segura de que Emma va a conocer todo su amor por ella» respondió calmadamente.

La morena la amaba tanto que no sabía si iba a ser capaz de dosificar lo que tenía que decir. En su cabeza, Emma era la mujer con quien pasaría el resto de su vida, pero reflexionó sobre si Emma, al menos, habría tomado en cuenta esa posibilidad. Todas las señales que la rubia emitía eran confusas para la alcaldesa. Por más que, en el fondo de su corazón, sintiese que Emma también la amaba, a su mente le costaba estar de acuerdo.

Emma seguía esperando a que Regina dijese salgo. No tenía más salida. Tendría que decir algo. No. Ella no quería decir nada, no podía, peor que eso, no conseguía. Emma merecía la más hermosa de las declaraciones, pero Regina no era capaz de decir nada.

«Emma...» respiró «Estoy segura de que serás una gran madre para ese bebé» finalizó

La profesora movía la cabeza de un lado a otro señalando que esas palabras no eran suficientes. Y no lo eran. Lo que había dicho no era nada, cualquier podría haberlo hecho mejor, sin ni siquiera conocer a Emma. Pero fue lo mejor que Regina pudo hacer.

Emma también parecía decepcionada y soltó, con desanimo, las manos de la alcaldesa. La rubia se estaba preparando para levantarse cuando, finalmente, la profesora se rindió con Regina y las dejó solas.

«Emma, espera» pidió Regina agarrando de nuevo las manos de Emma. Tenía que poder decir algo para no decepcionar, aún más, a Emma. La rubia no era solo lo que había dicho. Esto solo era un tonto ejercicio.

Emma se giró de nuevo hacia Regina. La alcaldesa apretó sus manos y alzó su mirada hasta encontrarse con los ojos de la rubia. La miró fijamente.

«Discúlpame por lo de antes»

«Está todo bien, Regina. No tienes que hacer esto si no quieres. Solo pensé que...»

La morena, entonces, puso el dedo índice en los labios de Emma para que parase de hablar.

«Lo quiero...Realmente quiero hacer esto» le sonrió

Para su propia sorpresa, Regina se sintió calmada, serena ante lo que estaba a punto de decir. Su corazón, aún desacompasado, ya no la intimidaba, su mente fértil tampoco la censuraba. Se sintió extrañamente segura y confiada. Ya era hora de intentarlo.

Emma buscó la posición más cómoda encima de la colchoneta y relajó el cuerpo mientras miraba cariñosamente a Regina a los ojos. La rubia le sonrió dando valor para que empezara a hablar.

Regina sustentó la mirada y, finalmente, tomó aire.

«Realmente creo que serás una gran madre para el patito. Pero mereces escuchar mucho más que eso, y aquella mujer....» miró con desdén a la profesora «tenía razón cuando me recriminó»

Emma miraba a la alcaldesa con un brillo especial en sus ojos. Regina ya no podía huir de sus sentimientos, ni tampoco aguantaba más. Necesitaba hablar. Emma merecía escuchar.

«Siempre te encontré irritante, Emma. Siempre odie cuando estabas cerca, aparecías ante mí y arruinabas mi vida, igualito a tu madre» Emma ahora la miraba con curiosidad «Pero entonces, en día cualquiera, como cualquier otro, cuando solo debías irritarme, todo se volvió insoportable. Al comienzo intenté huir y pensé que era cosa de mi cabeza, a final seguías siendo la salvadora, y yo, bueno, yo solo soy yo»

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