¿Mal humor?

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Azoté la puerta con toda la rudeza que mis músculos pudieron.

¡Qué imbécil!

¿Cómo se atreve? Jugar conmigo como si fuese una de las que babea por él...

Pero lo somos

¡Oh, vamos! ¡Alóbate! Su rechazo es tan obvio como el mío.

Mi loba no respondió, sin embargo, su desdén era evidente gracias al agrio sentimiento que afloraba en mi pecho, en medio de mi disputa la puerta fue abierta de par en par revelando a una mujer de mediana edad con una pose demasiado erguida y una barbilla demasiado alzada.

-Su presencia es requerida en...

No la dejé terminar y azoté una vez más la puerta frente a la elegante cara de Rhonda, ella bufó y, aún con la madera separándonos, pude sentir toda la exasperación que irradiaba.

-Perro- susurró.

Abrí la puerta con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en el rostro.

-Perdona ¿Dijiste algo?

-No es educado lanzar puertas en la cara de personas- explicó Rhonda con mirada glaciar.

-¡Oh, eso! Asumí que era una costumbre volar las puertas en la cara de los demás gracias a la manera en que abriste la mía sin permiso- respondí sin perder mi sonriente expresión y abriendo un poco más la entrada le permití entrar en la habitación-solo estaba devolviendo el saludo.

-Mis disculpas- gruñó ella mientras intentaba recomponerse- su presencia es requerida en el comedor.

-Estás disculpada- le guiñé un ojo mientras me lanzaba a la cama y rebotaba gracias al felpudo colchón.

-¿Acaso no me expresé correctamente?-preguntó con un falso tono de buenos modales.

-Oh, no. Te expresaste perfectamente- le aseguré enlazando mis brazos detrás de mi cuello.

-¿Cómo es que no estás rumbo al comedor entonces?- preguntó Rhonda rechinando sus dientes.

-Rhonda, aquí te va un pequeño secreto: mi presencia es requerida en muchos sitios, especialmente en mi manada, pero en vista de que no me dejas ir rumbo a ellos por qué debería yo de acompañar a tu realeza, tu grandeza, tu...

***

-...Magestad, la señorita Riley está aquí, como fueron sus órdenes. 

La luna de los Graf se volteó para regalarme una blanca sonrisa que en nada guardaba similaridad con la falsa entregada por Rhonda.

-Oh, Riley ¡Gracias a luna que accediste a encontrarte conmigo!- me dijo buscando mis frías manos para unirlas con las suyas.

-Tienes una ayudante muy estimulante- masajeé mis orejas sin disimularlo, tenía que admitir que a pesar de su edad Rhonda todavía podía jalar las orejas como toda una profesional.

Adelia nos observó con un brillo de diversión bailando en sus ojos antes de despedir a Rhonda del comedor, algo por lo que mis oídos estaban fielmente agradecidos. Una vez solas, Adelia me sonrió una vez más.

¿Se cansaría alguna vez? Digo, al menos sus músculos debían resentirlo.

-Debes estar preguntando por qué estás aquí- Adelia comenzó a caminar y con un movimiento en la cabeza me indicó que la siguiera.

-Ha pasado por mi mente- dije mientras ella abría una delicada puerta que daba con un pequeño patio lleno de diversas flores, bancos para sentarse e incluso una enorme fuente que esparcía agua de una manera bastante artística.

El Alpha EnfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora