Bajo llave

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-¿Qué es lo que acabas de decir, Donovan?- le pregunté caminando detrás de él, ambos apresurando nuestros pasos por el pasillo.

-Quiero robarle al sanador Robert el historial médico de Cohen- repitió, antes de bajar como alma que lleva al rogue por las escaleras que llevaban a las mazmorras- desde que los sanadores hablaron con él en la Escuela de Guardianes Cohen ha estado muy raro- siguió diciendo antes de doblar por uno de los tantos pasillos mientras fruncía el ceño, arrugando por completo su blanca frente- demasiado raro.

-¿Y cómo pretendes hacer eso?-corrí detrás de él, refiriéndome a su plan.

-Antes debo saber si estás o no conmigo...

-¡Claro que estoy contigo!- le dije, algo indignada de que hubiese pensado lo contrario.

Donovan me miró y lanzó una sonrisa en mi dirección antes voltear la cara para apresurar su marcha por las mazmorras, procurando bajar por unas angostas y oscuras escaleras. Llegamos en tiempo récord a una puerta que había visto tan solo una vez luego de que zanahoria parlante me hubiese dicho la ubicación en un intento de que un iracundo Cohen me degollase de la ira. Era la puerta que llevaba al misterioso salón donde se hallaba la profecía de Cohen, y después de tanto tiempo me seguía pareciendo igual de tenebrosa con todas esas púas y advertencias de no pasar.

-Pasa- indicó Donovan luego de abrir la extraña puerta con una llave y la sostuvo pacientemente mientras yo me adentraba en el lugar con un deje de indecisión por los malos recuerdos que me traía, pero el solo pensar en Cohen en una camilla de la enfermería me hizo dar un firme paso al frente. El rubio cerró la puerta, cuidando de no hacer ruido, y una vez en el saloncito empezó su búsqueda en el escritorio central.

Las velas ya no estaban en el piso del lugar y los papeles estaban un poco más arreglados. Pero lo que seguía estando intacto era la cartelera con las fotos del crecimiento de Cohen y el hilo rojo que las unía junto a la profecía. Sin poder evitarlo pasé los dedos por el hilo rojo, sintiendo cada una de las fotos del lobo hasta llegar a su profecía, específicamente a la palabra que se repetía cada minuto del día desde que vi convulsionar a Cohen ayer por la mañana.

Cura.

-¡Ajá!- chilló el rubio, emocionado, antes de alzar una pequeña botellita de líquido morado sellada con un corcho. El rubio se apresuró hasta llegar a mi lado.

-¿Qué es eso?

-Esto- dijo él sonriendo como un lunático- es el analgésico que le pondremos en el zumo de naranja al doctor Robert durante la cena.

-¿Lo quieres drogar?- exclamé impresionada, estudiando de arriba abajo al menor de la descendencia Graf, que ahora estaba se veía completamente distinto ante mis ojos.

-Shh- Donovan se puso un dedo en la boca, indicando que debía bajar mi volumen de voz- ¿Crees que me gusta la idea? No, no me encanta. Pero ellos están ocultando algo y yo tengo que saberlo.

- ¿Cómo estás tan seguro que están ocultando algo?

-Es obvio, Riley- dijo él, apoyándose del escritorio y suspirando a modo de rendición- a Cohen no le dan convulsiones desde los catorce, cuando todavía no desarrollaban los remedios que le inyectan. Pero de pronto las vuelve a tener y el sanador Robert no está para nada asustado, sino que tiene a todo su ejército de sanadores con inyectadoras preparadas a la mano ¿No te parece eso extraño?

Donovan abrió los ojos en mi dirección y me lo pensé por unos segundos. Recordé cómo el sanador entró en la habitación de Cohen con la inyectadora de solución verde lista para ser aplicada al instante y fue en ese momento que me di cuenta que Donovan tenía razón, no había otro motivo de que ellos estuviesen tan bien preparados que el saber algo que nosotros desconocíamos.

El Alpha EnfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora