Los expedientes del sanador Strong

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-No puedo creer lo que hiciste- dijo Donovan en un grito susurrado, alterado todavía por la cena tan agradable que acabábamos de tener.

-Oh, por favor, no lo iba a matar una almendra- chasqueé con la lengua porque ya estaba harta de las quejas que el rubio me había lanzado sin contemplaciones desde que salimos del comedor, tan solo pocos minutos después que el sanador Robert se había retirado.

Justo ahora, Donovan y yo nos encontrábamos caminando con prisa por los pasillos del Castillo hasta el ala en donde sabíamos estaba el salón que el sanador usaba para guardar sus historiales médicos.

-¿Crees que el sanador esté por aquí?- le pregunté.

-Siempre va al salón luego de la cena- fue la respuesta del rubio- tenemos que encontrarlo pronto, la droga debe estar haciéndole efec...

Al dar la vuelta por el pasillo fuimos interrumpidos por la figura del sanador Robert dormitando plácidamente en el suelo, con la boca ligeramente abierta.

-¡Lo sabía!- exclamó Donovan, su mirada fija en el piso y los ojos abiertos- Lo hemos matado...

-No está muerto, producto de incesto- regañé en un gruñido antes de acercarme al cuerpo del sanador- solo está durmiendo..., agárrale las botas mientras yo lo agarro por la cabeza.

Donovan suspiró con pesar antes de seguir mis instrucciones y pronto andábamos arrastrando el pesado cuerpo del viejo sanador por los pasillos del Castillo, cargándolo entre los dos como si se tratase de un costal de papas.

-¿Sabes dónde está el salón?- le pregunté al rubio, mi voz entrecortada por el esfuerzo de llevar un cuerpo con peso muerto.

-Es el último del pasillo- contestó el rubio, comenzando a sudar- para casi no comer en las cenas el sanador Robert está pasadito de kilos...

El viejo sanador abrió entonces la boca de una exagerada manera, por lo que Donovan y yo nos paramos en seco, esperando que el sanador nos insultase a todo pulmón, pero el viejo hombre lo único que hizo fue soltar un fuerte ronquido antes de volverse a quedar inconsciente.

Ambos tragamos saliva antes de seguir andando por el pasillo.

-Ya llegamos- dijo Donovan soltándole las piernas, las cuales cayeron en el piso con un ruido abrupto. Mientras yo lo mantenía sostenido por las axilas, el rubio se dispuso a indagar el lugar donde tenía escondida la famosa llave, y palpó al sanador por toda la longitud de su cuerpo hasta dar con el bolsillo trasero izquierdo- la tengo.

Donovan se levantó con la dorada llave en mano brillando orgullosa bajo las luces de los bombillos del pasillo, con las manos temblorosas el rubio abrió con rapidez el pequeño salón antes de voltearse para ayudarme a adentrar el cuerpo del sanador Robert.

El misterioso salón de Robert era una especie de vieja biblioteca llenada de centenares de gordos libros, los cuales se hallaban cubiertos por varias capas de polvo debido al desuso. En el salón también había un pequeño escritorio central con silla y una lámpara incluidos. Me costó poder adentrarme en el lugar debido a que todo estaba completamente a oscuras, y me fijé entonces que la razón era una gran cortina cuyo objetivo era tapar la única ventana del lugar, prohibiendo así el paso de la luz de luna. Definitivamente tenía la apariencia exacta de la personalidad del viejo sanador: aislada y fría. Aun así, el rubio y yo nos las arreglamos para entrar al salón sin golpear a Robert en el proceso.

Bueno, sin golpearlo mucho.

-AHGHJG...-se quejó el sanador cuando Donovan chocó contra el escritorio, pero para nuestra suerte el golpe que le había propiciado el torpe rubio no lo terminó de despertar.

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