Líquido color ámbar

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Nota: Hoy publiqué dos capítulos porque ustedes querían más, este es el primero

Hoy era el día de la famosa fiesta de la que Donovan no había parado de hablar durante toda la semana. La fiesta sorpresa que Cohen había preparado para él.

El rubio había parloteado alegremente sobre el evento a todas horas y en cualquier rincón que estuviésemos del Castillo, tanto fue su insistencia que incluso mi loba gruñía en mi pecho cada vez que escuchábamos de la fiesta. Al principio me había negado rotundamente a ir porque no quería entretener la idea de celebrar algo con la gente más respingada del reino. Después de todo, la única fiesta a la que había asistido con la manada Graf había sido un completo fracaso y fácilmente resultó ser el peor día de todo mi secuestro. Por eso sonaba más interesante la idea de bailar el vals con Rhonda, masajear los diminutos pies de Douglas...

¡Rogues! incluso jugar póker histórico con El Ente antes de que este termine de degollarme sonaba más apetecible que ir a esa fiesta.

Pero el torpe rubio, que había sabido ganarse mi casi imposible agrado, estaba ahora decidido a convencerme de asistir a la celebración. Incluso había dejado en mi puerta de forma calculadora una cesta con donas glaseadas cada noche como ofrenda. Aun así, yo seguía negándome.

Eso claro, hasta ayer por la tarde mientras jugábamos otra ronda de póker histórico.

-Es que también será mi cumpleaños- dijo con torpeza el rubio antes de mostrarme sus cartas que formaban una 'escalera'.

-¿Cómo dices?- respondí distraída mientras veía mi evidente derrota en la mesa del comedor del Castillo.

-Cohen lo planificó para que coincidieran-explicó con una sonrisa de oreja a oreja- para no ponerme tanta presión de decidirme sobre el cargo dentro del Consejo lobuno. Y quiero que estés ahí.

-¿Por qué?

-Porque desde que llegaste me he sentido menos solo.

Donovan era un profesional cuando del convencimiento se trataba porque tan solo con esa frase me decidí ir a la dichosa fiesta que tanto lo ilusionaba, aunque solo sea por poco tiempo. Y, a pesar de que yo jamás lo confesaría en voz alta, el rubio había resultado la mejor compañía dentro del Castillo mientras se desenvolvía todo el caos que seguía a esta manada.

Me vi en el espejo y la imagen que devolvió el reflejo fue la de una loba que llevaba una vestimenta propia de un guardián a punto de ir a batallar a la guerra, en fin, la imagen de siempre. Había escogido vestirme con una remera oscura que combinaba con mi pantalón de camuflaje y mis botas de combate sucias por el barro del jardín del Castillo porque después de todo Cohen había dicho que la vestimenta era informal.

Además, esta era la única ropa que le aceptaba a Rhonda cada vez que ella venía con prendas previamente seleccionadas y aprobadas por la Luna de la manada Graf y, a pesar de que Rhonda más de una vez peleaba conmigo por tratar de meterme obligada en ropa más delicada y digna de una loba en sociedad, yo tenía mis trucos para zafarme de sus casi inquebrantables llaves inglesas.

Miré con una sonrisa divertida la ya estropeada lámpara en la mesita de noche que contaba cada día con menos piedras incrustadas.

Sin más, salí para encontrarme con Donovan en la planta baja del Castillo donde eventualmente nos encontraría Cohen. Apenas salí de mi habitación sentí a alguien caminar detrás de mí, casi pisándome los talones.

-No tienes que tomarte tan en serio esto de vigilarme, Trent- le dije por lo que se sentía como la milésima vez, pero él no respondió y en cambio siguió caminando en un silencio casi sepulcral. Yo tampoco presioné para seguir hablando porque sabía que algo extraño le sucedía al que nombraron como mi guardaespaldas, era como si desde el ataque de los enmascarados Trent hubiese visto un fantasma que lo espantó hasta el punto de quitarle su recientemente usada lengua.

El Alpha EnfermoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora