Capítulo 13, parte II

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BROOKE

La transformación había durado unas horas, y me encontré a mí misma de rodillas en suelo, mirando mis manos ensangrentadas. Mi instinto animal había poseído todo mi cuerpo, y no pude detenerme hasta que Alexander me habló, con un palo en la mano listo para atacarme.

En ese momento, se encontraba de espaldas a mí, podía sentir su presencia y le agradecía que no dijera nada en aquel momento. Mi piel desnuda picaba y gustosamente me la habría arrancado, hoy fue la primera vez que había atacado a alguien. Ese chico se lo merecía, si no hubiera intercedido quien sabe que le hubiese hecho a la chica, pero mi parte irracional tomó el control y simplemente desaparecí de allí unos segundos, dejando que la loba decidiera el destino de aquel tipo. Estaba dispuesta a matarlo, a destrozarlo sin piedad.

Había comenzado a llorar sin darme cuenta, y toqué mi rostro, seguramente manchándolo de sangre, si es que ya no lo estaba. Escuché sus pisadas y luego como me acomodó su chaqueta en mis hombros.

-No todos pueden detenerse, Brooke.-Habló, agachándose a mi lado.- Yo no pude hacerlo.

Bajó su mirada a mis manos y sin importarle mancharse, entrelazó nuestros dedos, acariciándome con el pulgar la muñeca. Aquel gesto me ayudó a calmarme, y poco a poco fui cerrando los ojos, hasta atreverme a apoyarme en su pecho. Su respiración era lenta y continua, y el pensamiento de que con él me sentía a salvo me llenó la mente. Su otra mano subía y bajaba por mi espalda, hasta que sin previo aviso me cargó en sus brazos. Me estaría llevando a casa, seguramente, pero lo que quería era quedarme allí más tiempo, junto a él.

Los rayos de sol ya comenzaban a asomar cuando volvimos hacia la casa, y rápidamente llegamos al auto. Ya no quedaba nadie en el patio, el ataque de hacía rato los habría asustado a todos.

Apoyé mi cabeza en la ventana, cuando me di cuenta de que estaba completamente desnuda. Un rubor se hizo presente en mi cuello, mientras trataba de cerrar la campera y enrollar las piernas debajo de mi cuerpo.

-No te preocupes, pequeña. Nada que no haya visto antes.-Y ahí estaba, el imbécil de siempre. Golpeé su brazo antes de que encendiera el auto. El regreso fue en total silencio.

Cuando llegamos a casa, Mike nos esperaba fuera con brazos cruzados. Me dispuse a abrir la puerta, cuando Alexander me detuvo. Bajó y volvió a tomarme en brazos, pasando por al lado de un disgustado Mike.

Me dejó en el baño y encendió el grifo de la ducha. Me dio una mirada y una sonrisa de lado, cuanto quitó la chaqueta de mi cuerpo. Cubrí mis pechos con mis brazos, pero ningún escudo hubiera resistido la mirada intensa que me dedicó. Vencida, me di vuelta entrando a la ducha y corriendo la cortina.

El agua corría sobre mi cuerpo, llenando las pequeñas baldosas de sangre sucia. Sucia era como me sentía. Comencé a refregar mi cuerpo con la esponja, pero aquello no era suficiente. Cuando más fuerte lo hacía, más roja quedaba mi piel y más recordaba la sensación de estar hincando mis dientes en la piel de alguien más, de la sangre caliente en mi boca. Golpeé la pared frustrada por aquello, y me deslicé en ella hasta quedar acurrucada en el suelo.

No sé realmente cuánto estuve allí, pero el agua comenzaba a estar congelada cuando Alexander corrió la cortina y me cubrió con una toalla. La ajustó a mi cuerpo para que no cayera y con otra, secó mi cabello. Todos sus movimientos eran calmos, y otra la vez la sensación de seguridad invadió mi cuerpo y, sin pensar, lo abracé. Pasé mis manos alrededor de su cintura y apoyé mi frente en su hombro.

Ninguno dijo nada, en aquel momento, las palabras sobraban.


She wolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora