Capítulo 22

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ALEXANDER

Golpeaba una y otra vez la pared de mi cuarto, rasgando la piel de mis puños y manchando la pared de sangre. La vida de mi hermana pendía de un hilo y no había nada que pudiese hacer.

Mike le estaba curando sus heridas pero eran graves, y ya había perdido mucha sangre en el camino de vuelta a casa. Ella todavía se encontraba un tanto débil por su encuentro anterior con uno de los lobos, pero aseguró que saldría con nosotros a controlar el perímetro. Pero no contábamos con que algunos cazadores se toparan con nosotros y largaran disparos al cielo. Menos preveíamos encontrarnos con Mark y su manada. Y con ella, con Brooke.

En cuanto la tuve en la mira, supe que algo andaba mal. Su mirada no era la misma, y se mantuvo alejada en todo momento. Sólo pude divisar a la Brooke que conocía, cuando se transformó para llevarse un lobo que parecía herido. Sin embargo, ignoró todos los lamentos involuntarios que salían de mi garganta.

En cuanto Brooke desapareció, los hermanos alfa se largaron al ataque y con ellos, ambas manadas. No fui lo suficientemente rápido para poder ayudar a Daph, y uno de ellos la mordió en su cuello, dejándola tirada. Intentó volver a morderla, pero David lo atacó por detrás.

Ellos ya tenían a dos menos, y Mark sabía que iban a perder, por lo que emprendió la retirada y huyeron del lugar. Mike ordenó que no los siguiéramos y que volviéramos a casa por si más cazadores volvían.

Daph yacía tirada en suelo, y su pequeño cuerpo tiritaba de frío, con una gran mordida entre su hombro y cuello. Estaba destrozada y eran pocas las posibilidades de que pudiera sobrevivir a semejante masacre.

Abrieron la puerta y Luke entró, sin mirarme a los ojos. Sus manos se revolvían nerviosas, y su boca se abría y cerraba buscando palabras para decirme. Golpeé una vez más la pared con todas mis fuerzas, seguramente quebrándome algún dedo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y unos brazos robustos me rodearon los hombros, mientras me sacaban de la habitación.

Daphne se encontraba con los ojos cerrados, como si estuviera durmiendo luego de una gran resaca, tapada hasta el cuello. El piso estaba lleno de paños manchados con sangre y cubos de agua. Mike se encontraba sosteniendo su mano aún, y tocó su frente haciéndole la cruz.

Cuando se percató de mi presencia, sonrió tristemente y se alejó de ella, invitándome a despedirme de mi hermana.

Me senté en la cama, y toqué su cabello, teñido de rojo en algunas partes. Reí por lo absurdo de la situación: a ella le encantaba que su cabello rubio estuviera perfecto todo el tiempo y si se viera en ese estado, enloquecería.

Le di un beso en la frente, y me quedé un rato más con ella. Puse entre sus manos la foto que ella tenía de nuestra familia, para que la enterraran junto con nuestros padres. A ella le hubiese gustado.

Una foto descansaba al lado del portarretrato de nuestra familia, con una foto de Daph y Brooke. Mark no solo se había llevado a Brooke, si no que ahora a mi hermana.

Salí de la habitación decidido de que si a una era imposible rescatarla, haría lo impensable por traer de vuelta a casa a la otra.

BROOKE

Las pérdidas que tuvo Mark en la pelea, lo mantuvieron ocupado unos días. Estaba más enfadado de lo normal, y yo intentaba todo para no meterme en su camino. Me mantenía en el bosque todo el tiempo que fuese posible, hasta que él me llamara.

A los dos días, la manada incorporó tres hombres nuevos. Aun así, eso no alivianó la tensión porque nunca habíamos tenido tantos nuevos al mismo tiempo. Mark los dejaba a la deriva, y los pobres hombres no entendían lo que sucedía hasta que la transformación venía a ellos. Cuando volvían a ser humanos, creo que todavía no terminaban de entender.

Mark no trajo ni un niño ni una mujer, de nuevo. Era la única allí, y comenzaba a sentirme incómoda. Algo me decía que debía irme, pero mi loba quería quedarse junto a su alfa.

Cuando vi a Mark matar a uno de los hombres por pedir explicaciones, fue cuando empecé a idear mi huida de allí. No podía seguir a alguien que tenía esa clase de morales, pero ir contra los deseos de mi loba me estaba debilitando mentalmente. Cada vez que me encontraba pensando en asesinar a Mark, una punzada tronaba en mi cabeza.

Sabía que debía ser fuerte y no ceder ante mi parte animal, si no estaría condenada para siempre, pero resultaba difícil cuando pasabas la mitad del día con dolor de cabeza.

Una noche tomé mi primera oportunidad de salir de la zona segura del campamento, para acercarme más a la que fue mi casa. Mark había salido hacia el pueblo, y los otros se encontraban ya durmiendo.

Así que, con mis ojos amarillos, corrí lo más rápido que pude y cuando supe que estaba lo suficientemente lejos como para que me escuche quien necesitaba que lo hiciera, grité a todo pulmón. Subí a uno de los árboles, en caso de que se presentara visita inesperada, y a los minutos escuché pasos que se acercaban a gran velocidad.

Solté un suspiro cuando pude oler quien era, bajando de un salto y corriendo para salir a su alcance.

Él se frenó en seco cuando me vio, y supe porque. Tanto sus ojos como los míos eran fluorescentes en la noche como luciérnagas que se mezclan con la oscuridad.

Parpadeó varias veces, hasta que su mirada se fue apagando. Lo imité, y me acerqué a él, levantando mi mano con temor de acariciar su mejilla. Fue él quien guió mi mano hacia su rostro, y cerró su ojos al sentir el tacto de nuestras pieles juntas.

-Alexander...-Pronuncié, con voz ronca puesto que no había pronunciado ninguna palabra hacía días. Él continuó con sus ojos cerrados, pero violentamente me atrajo hacia él.

Rodeó mis hombros con sus enormes brazos, imposibilitando que yo pudiera entrelazar mis brazos sobre su cuerpo. Comenzó a olerme mi cuello, y allí fue cuando desconecté mi cerebro por completo. Él era mi hogar. Lo podía perdonar por todo, ya no importaba. Quería que me llevase a casa, pero no podía decir las palabras.

-¿Daphne? –Susurré, la respuesta fue un apretón. No pude reaccionar cuando sus labios encontraron los míos.

Él, definitivamente, era mi hogar. Entre sus brazos era donde debía estar, y hasta pude sentir a la loba en mí ronronear, si eso era posible, dentro de mí, derritiéndose ante el contacto con su mate.

Por fin, pude llevar mis manos hacia su nuca y jugar con su cabello, que en comparación con el mío, que era lavada con el agua de un lago cercano al campamento, era seda.

Sus manos encontraron el fin de mi remera andrajosa, acariciando mi vientre y luego mi espalda. Sus manos subieron un poco más, y pude notar que se sorprendió al notar que no llevaba brasier. Sonreí mientras nuestras bocas estaban unidas, pero enseguida se borró cuando entendí hacia donde iba todo aquello.

Si me unía verdaderamente a él, Mark lo sabría y tenía miedo a cómo podría reaccionar. Tampoco era una opción volver junto a Mike, porque ahora pertenecía oficialmente a otra manada.

-Alex, todavía no es nuestro momento. Lo prometo.-Dije, murmurando contra su boca. Me alejé unos pasos, y su mano no soltaba la mía.-Por favor.-Le supliqué, sin mirarlo a la cara.

Llevó mi mano a su boca y la besó, para luego dejarla ir. Me atreví a observar sus ojos y una mirada llena de angustia hizo que me arrepintiera enseguida.

Con lágrimas en los ojos, me di la vuelta para comenzar a correr. No me siguió, ni miré hacia atrás.

She wolfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora