Capitulo 9

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"¿Eso es lo que quieres?"


Llegaste a mi vida cómo un soplo de aire fresco, cómo la brisa marina de un día caluroso. Pero ni siquiera me di cuenta de lo nuestro, hasta que me vi metida en un bote salvavidas contigo, a solas. Tú lo pinchaste, pero nos hundimos los dos.

Y ahí me quedó algo claro, la gente que más queremos es la que nos puede hacer más daño... cuando cometen une error que te afecta, el culpable es esa persona, pero te hundes con ella. No hay marcha atrás, ni barco que te vea para rescatarte, ni flotador que te encaje.

Tú me dejaste naufragando. Sola... ahogándome poco a poco, sin fuerzas ni esperanzas.

El dolor es cómo el mar agitado, no puedes luchar contra él... si no dejarte llevar e intentar que no te engulla mientras intentas salir del remolino en el que te han metido.

O eso, o esperas a que alguien venga y te coja de la mano para montarte en otro barco, para disfrutar la siguiente oportunidad de tu vida cuando hayas sacado todo el agua de tus pulmones y te des cuenta de que no te has ahogado... y de que todos remolinos se sale.

—No te voy a besar. Se puede convertir en un hábito y no puedo deshacerme de mis hábitos.— Dijo el profesor mientras levantaba su mirada del libro que tenía sobre las manos, mirándonos a todos rápidamente. —¿Alguien me puede decir quién dijo ésta frase?—

—Francis Scott Fitzgerald.— Contestó Sofía a mi lado mientras levantaba la mano diciéndolo en voz alta. El profesor le miró arqueando su ceja y negó con su cabeza sonriendo.

—Ni siquiera te he dado permiso para que lo digas, pero sí, has acertado.— Comentó mientras Sofia fruncía su ceño al escuchar a nuestro profesor.

—Encima que he acertado, siempre tiene que poner pegas.— Suspiró profundamente negando con su cabeza mientras se escuchaba la voz del profesor de literatura inundar la clase. Le miré y le sonreí levemente.

—Sabemos cómo es, por lo menos no te hecho el otro día de clase cómo a Marcos.— Susurré mientras el chico se nos quedaba mirando desde la otra esquina de la fila y nos saludaba con una sonrisa.

—¿Te gusta?— Preguntó Sofia volviendo su cabeza. Yo negué rotundamente.

—Es mono, pero no me gusta.— Suspiré.

—¿Todavía sigues pensando en Andrés?—

Hice una mueca. —Ese es idiota.— Suspiré. —¿Te puedes creer que me besó justo delante de José, y que él nos vio? Anoche cuando volví de la biblioteca me lo encontré en su coche y me dijo prácticamente que no quería saber nada de mi.— Suspiré con resignación y con dolor de corazón.

Su rostro cambio a una mueca de pena. —¿Estás bien?—

Me encogí de hombros. —Estoy confundida, no sé cómo narices arreglar esto. Ni siquiera me dejó explicarme. Yo no besé a Andrés, me besó él, prácticamente se me tiró encima.—

Sofía frunció su ceño de nuevo. —Pero bueno, ¿Ese es idiota o qué?—

Asentí con mi cabeza. —A la próxima, lo dejo sin descendencia.— Comenté haciendo que a mi amiga se le escapase una risa y se tapó la boca con su mano rápidamente.El profesor nos miró con su ceño fruncido y una clara mueca de desagrado y enfado al ver que no estábamos atendiendo.

—¿Queréis compartir algo con el resto de la clase? Estaríamos encantados de escuchar qué tenéis que decir acerca de las obras de Fitzgerald.—

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