Capitulo 22

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"Sabes cómo conquistar a una chica."

"Eres un caprichoso. Me quieres, y luego no me quieres. Me haces volver, para tenerme a tu lado... pero cuando te da la gana me ignoras, me haces daño, y me dejas. Yo lo paso mal, lloro unas cuantas noches, y luego vuelves conmigo de nuevo.

Entonces, dime qué narices quieres de mi.

O me quieres a mi, o me quieres lejos de ti.

O me quieres a tu lado, o me dejas vivir."


¿Sabes esas veces en las que suena la alarma y sientes un sobresalto en tu cuerpo antes de apagarla a tientas? Sueltas un gruñido y te quedas pensando, todavía medio dormida, si realmente vale la pena levantarte o no. Pero te levantas porque luego tendrás remordimientos si no vas a clase.

Pues esa era una de esas mañanas. Aunque me daba todavía más fatiga levantarme porque a mi lado tenía a una persona que hacía que mis mañanas fueran más perezosas.

Y sí, me apetecía quedarme allí echada con él, acurrucada en su pecho y sin hacer nada en todo el día. Pero las obligaciones eran los obligaciones.

Aunque cuando me di la vuelta en la cama me di cuenta de que estaba completamente sola enredada entre las sábanas. Fruncí mi ceño y alcé mi cabeza, acordándome de que José se había ido antes de las ocho y media de la mañana.

Así que no me quedó otra que levantarme de allí y darme una ducha para despejarme.

Después de vestirme bajé a desayunar. Tenía prácticamente el estómago en el suelo. Justo al alzar mi vista cuando llegaba con mi bandeja llena con algo de repostería, tostadas y un zumo natural de naranja, vi a mi mejor amiga desayunando sola en una de las mesas alargadas del comedor.

—Buenos días.— Comenté sonriente mientras Irene alzaba su vista para mirarme sorprendida. Dio un trago a su café y me sonrió.

—Buenos días, dormilona.— Dijo sonriente en señal de broma. Había cierto sarcasmo y picardía en su tono de voz.

—Lo siento mucho por no contestar anoche. Me quedé dormida.— Hice una mueca mientras me sentaba justo en frente de ella en una mesa del comedor.

—Ya... anoche escuché ruidos en tu habitación... así que supuse que no vendrías por eso.— Dijo con una sonrisa sobre sus labios.

—Umm, ¿ruidos?— Pregunté no muy segura.

Ella asintió con su cabeza y me sonrió ampliamente guiñando el ojo. —Ruidos, interesantes.—

Abrí mi boca mientras mis ojos se agrandaban cómo platos. —¡Irene! Oh joder, qué vergüenza.—

Ella soltó una carcajada en medio del comedor. Alzó sus cejas sugestivamente y me guiñó su ojo. —Lo hace bien, ¿eh, perra?—

Tapé mi rostro con mi mano sin saber muy bien dónde narices esconderme. —Cállate, por favor.—

Siguió riendo divertida por la situación. —Es futbolista, tiene resistencia, un cuerpo atlético... y fuerza.— Lamió sus labios divertida. —Cómo no lo va a hacer bien, qué cosas tengo.— Negó con su cabeza mientras hablaba ella sola consigo misma.

Yo reí por su reacción y sus comentarios. —Estás muy mal de la cabeza.—

—Estaré mal de la cabeza, seré una depravada... y todo lo que tú quieras, pero no me lo has negado.— Sonrió de nuevo en mi dirección.

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