Capitulo 23

1.2K 119 83
                                    


"Yo no me preocupo tanto por alguien que no quiero."


Siempre he sido una persona de extremos, y que cuando quiero a alguien... o lo doy todo o no doy nada. Porque, ¿para qué quedarnos con las ganas de hacer algo, si podemos hacerlo todo? A veces me paro a pensar, de madrugada, y me pregunto por qué me han hecho tanto daño, y por muy extraño que parezca, encuentro la respuesta.

Cuando tú das todo por una persona, cuando le entregas tu jodido corazón en mano, cuando le miras a los ojos y los tuyos brillan haciendo chiribitas... es cuando le entregas todo. Pero no todo el mundo es como tú, hay gente que no te entrega ni un te quiero sincero, pero te conformas con ello... aunque muy en el fondo de tu corazón sepas que no te quiere cómo a ti te gustaría y no hace tanto por ti cómo tú haces por él.

Es cuando nos rompen el corazón, que dimos en su día, en mil pedazos cuando nos damos cuenta de todo.

A pesar de estar algo ajetreada y tener que quedarme en la universidad hasta tarde, el resto de la semana fue bastante más relajada y amena que el comienzo. José había tenido partido justo el domingo pero yo no había podido ir porque había estado el fin de semana entero con mi familia en una casa que teníamos en un pueblo cerca de Barcelona.

Estaba lloviendo a cántaros prácticamente y hacía mucho frío... agradecí enormemente que estuviera dentro de un coche y no tuviera que salir fuera para nada. Me daba una pereza tremenda salir cuando el tiempo estaba tan revuelto y hacía frío.

José conducía a mi lado mientras la música sonaba a través de los altavoces del coche. Y fue en ese momento justo cuando los recuerdos vinieron a mi cabeza al quedarme mirando por la ventana...


Las olas rompían contra la costa haciendo un ruido realmente relajante. A pesar del frío que había hecho los días anteriores y la cantidad de lluvia que había caído sobre Barcelona, en Sitges hacía bastante buen tiempo ese domingo.

Mis primos pequeños correteaban por el suelo que había alrededor de la piscina y un grito me sobresaltó inmediatamente. —¡Luis! Aléjate de la piscina, te puedes caer.— Comentó mi tía con cara de pocos amigos mientras el pequeño de ojos oscuros y pelo rubio se alejaba de allí empezando a pisar el césped que había a un lado.

Fue entonces cuando mi iPhone empezó a sonar en mi mano. Miré la pantalla y me fije en la pantalla que se leía "José."

Lamí mis labios tragando saliva con dificultad y algo de nerviosismo y miré a mi alrededor. Todos mis tíos y mis primos estaban ensimismados en sus cosas, unos hablaban, otros preparaban la mesa y los demás jugaban a las cartas.

Me alejé de allí mientras me dirigía hacia un lugar en el que tuviera algo más de intimidad y me dirigí hacia una de las esquinas del jardín. —Pensaba que no me lo ibas a coger.— La voz de José sonaba ronca y pude escuchar su risa divertida cuando dejó de hablar.

Pasé mi mano ligeramente por mi cuello y suspiré. —Es que están todos aquí y no podía cogerlo.— Suspiré. —Me he tenido que alejar para poder hablar.—

—¿Qué tal te lo estás pasando por allí?— Preguntó con curiosidad.

Me encogí de hombros. —Me hubiera gustado quedarme allí e ir a verte al partido, pero bueno... no se está mal. Lo mejor es la comida de mi tía.— Reí bromeando.

—Me das envidia.— Pude imaginarle frunciendo su ceño y morí de ternura. —Yo estoy harto de comida sana.—

Hice una mueca. —Cielo, tienes que comer lo que te dicen.— Comenté y rápidamente me di cuenta del mote que había utilizado para referirme a él.

MírameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora