Capitulo 27

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"¿Ella es la chica que te gusta?"

Hay veces que nos alejamos de las personas, porque sus acciones nos dañan. Quizás no lo hacen con esa intención... pero llega un día en el que nos damos cuenta de que quizás nosotros sentimos más por ellos que ellos por nosotros, y estaríamos dispuestos a dar todo, cuando ellos no darían ni una pequeña parte.

Cada uno tiene una forma de ver la vida y de querer, eso es cierto, pero esas personas que se entregan en cuerpo y alma a una relación, a una amistad... necesitan más de lo que quizás una persona que no necesita tanto cariño como ellos, le puede dar.

Demostramos, hacemos, nos desvivimos por esa relación, nos entregamos al doscientos por cien esperando recibir lo que hemos dado, pero nunca llega ese día... y cada vez, nuestras ilusiones puestas en esa persona se van resquebrajando, y nosotros nos vamos rompiendo y decepcionando poco a poco, día a día... hora tras hora.

Es ahí cuando te das cuenta de que quizás le has dado tanto, y no te has dado cuenta de que no te pedía más que la mitad cuando tú le dabas todo lo que querías recibir y no obtenías ni una cuarta parte.

Tu sonrisa no es ya la misma cuando te das cuenta de que esa relación no te beneficia, si no que te perjudica. Y lo más difícil es querer tanto a una persona y tener que separarte de ella aunque tu corazón no quiera, pero tu bien lo esté pidiendo a gritos.

Porque llega un momento en el que, lamentablemente, duele más estar con esa persona, que aceptar la realidad y desaparecer de su vida de una vez por todas. Hay personas con las que éramos, pero ya no somos.

El reloj marcaba las seis y media de la tarde, Andrés estaría a punto de pasar a buscarme para irnos en su coche al centro comercial. Realmente me estaba replanteando el hecho de si era necesario salir de mi habitación, o podía poner una excusa algo trabajada para no ir.

Me miré en el espejo mientras daba una vuelta sobre mí misma y suspiré pasando mi mano por mi pelo acomodándolo después de peinarlo. Estaba totalmente liso, no lo solía llevar así, pero me había apetecido cambiar un poco.

Llevaba unos jeans claros, rotos por las rodillas y ajustados a mis piernas, algo cortos por los tobillos. Unas botas marrones y una camisa de rayas blancas y azules. Perfumé mis muñecas y después de maquillarme ligeramente colgué mi bolso sobre mi hombro antes de que la puerta sonase.

—Tengo que ir a buscar a mi hermana a la estación, en quince minutos llega.— Comentó Andrés algo apurado mientras pasaba su mano por su nuca.

Hice una mueca. —Oh, pensaba que estaba aquí ya.—

Negó con su cabeza. —No, viene en tren.—

Asentí con mi cabeza mientras cerraba la puerta y bajábamos en ascensor a la primera planta. —¿Sabe que vas conmigo?— Dije algo nerviosa.

Asintió. —Claro, se ha alegrado porque así "va a tener alguien que le aconseje mejor que yo"— Comentó haciéndome sonreír levemente.

Me empezaba a plantear si había sido buena idea salir con él.

—No me importa aconsejarla, al fin y al cabo adoro ir de compras.— Comenté encogiéndome de hombros descuidadamente.

—Le caerás bien, ya verás.—

Asentí. —Eso espero.—

—¿Estás bien?— Pregunto cuando salimos del ascensor.

—Si, estoy bien.— Dije inmediatamente. Nos dirigimos hacia la salida del edificio, no quería hablar del tema y mucho menos en ese momento, necesitaba distraerme, y para eso había salido, ¿no?

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