VII

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No era para armar tanto revuelo.

Los neoyorquinos eran muy dramáticos, ese era el problema. En Roma nadie nunca armaba tanto revuelo cuando ella saltaba de alguna azotea, o la vieja muralla. Los italianos eran demasiado felices con sus propias vidas como para andar fijándose en la de los demás. Tuvo que repetirle tres veces al encargado del hotel que ella no era la chica que buscaban, no era su culpa si había tenido tanta mala suerte como para que alguien la filmara con su teléfono de modo que en serio andaban buscando un cuerpo por los alrededores. Casi podía escuchar la voz del padre David en su cabeza diciendo que debería ser más discreta con sus dones.

¿Pero qué mejor que un golpe de adrenalina para levantar el ánimo? Había sido una medida necesaria, no hubiera sido capaz de simplemente regresar a la cama luego de semejante pesadilla. Las compras también habían sido necesarias. Todo lo que ella hacía era necesario, excepto el bus. Chinatown quedaba muy lejos como para ir caminando, la Iglesia nunca aprobaría ese gasto por lo que pedirles un vehículo con chofer estaba fuera de lo aceptable, y Luc había pagado el boleto de ambos en el bus por lo que no podía discutirle por un taxi o el metro.

—¿Tienes dinero para gastar en Armani, pero no para el transporte público o para comer? —preguntó él sentado a su lado.

—¿Cómo crees que ahorro para comprar lo que quiero?

—Existen prioridades.

—Lo sé, en serio necesito un nuevo par de zapatos.

—Compraste como tres.

—Nunca se tienen suficientes zapatos.

—¿No eres demasiado vanidosa y materialista para tus empleadores?

—Por algo está la confesión semanal. Y la cumplo.

—Absurdo.

—¿Por qué?

—El modo en que tu tipo cree que puede hacer cualquier cosa, si después basta con una confesión para salir impune.

—Hay que aprovechar que estamos en el año del jubileo —respondió ella simplemente.

—¿Y qué? ¿Que al final del jubileo te absuelvan de todos tus pecados es un pase libre para hacer todo lo que se te antoje? Eso no está bien. Son todos un puñado de hipócritas, los principales prejuiciosos y discriminadores cuando tu supuesto libro santo habla de amor e igualdad.

—Nadie normal nunca leyó el viejo libro por completo, es como los manuales de instrucciones o los términos y condiciones de uso.

—Peor entonces si usan como justificación un libro que ni siquiera han leído.

—Peor tu tipo que juega con demonios creyendo que es inteligente.

—¿Alguna vez has leído libros de satanismo? No es como si apoye estas cosas, poco me interesan tus negocios —Luc se apoyó sobre sus rodillas, mirando sus manos sin fijarse en ella—. Tu tipo juzga por orientación sexual, gustos, modo de vida, cualquier cosa para ustedes es pecado. Los demonios no hacen eso. Tu libro habla de un violador casándose con su víctima, el satanismo explicita que un demonio debe tener consentimiento de una persona antes de entrar en su cuerpo. Tu libro condena a Lilith como un demonio, el satanismo la venera por imponer su voluntad sobre la de Adan. Y así hay mil ejemplos más. Poniéndolo en perspectiva. ¿Qué crees que resulta más atractivo para una juventud que rechaza los viejos valores?

—Entonces nunca han visto a un demonio a los ojos si creen eso.

—Las personas hoy en día solo buscan ser aceptadas como son. Si tu Iglesia no hace eso, y los demonios les ofrecen sus brazos abiertos, entones no debería sorprenderte el incremento de prácticas satánicas o que existan juegos como en el que quieres entrar.

InflexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora