Mica resopló y pateó el suelo antes de guardar su celular, odiaba discutir con Olivier por mensaje. ¿Existía algo más frustrante que discutir con alguien vía texto? Lo que escribiera, él creería que lo decía de mal modo o con intención de ataque, y viceversa, pero la discusión perdería cualquier seriedad si ella comenzaba a agregar entre paréntesis la emoción o alguna didascalia.
Sonrió al pensar en eso, sonaba como una palabra inteligente. Didascalia. No podía esperar para usarla en alguna conversación, así parecería culta. Sería una buena revancha contra el padre David y sus palabras complicadas para hacerla quedar en ridículo por no entenderlas. Además, se sentía bien en la punta de su lengua, una buena pronunciación.
—Di-das-ca-lia —practicó, enfatizando cada sílaba.
Podría haberlo gritado de desearlo, nadie iba a mirarla raro por hacerlo. No había nadie alrededor por encontrarse en medio de la nada. Un viaje en bus fuera de la ciudad y varios minutos de aburrida caminata en solitario en medio del campo después, estaba comenzando a considerar que el misterio de la pluma no merecía tanto esfuerzo. Era una chica de ciudad, y odiaba la tierra bajo sus pies manchando sus zapatos hechos por encargo personal, el constante zumbido de molestos insectos y el olor a campo.
Quizás debería haberle pedido a Luc que se ocupara, pero comenzaba a sospechar que el chico realmente era empático y entonces lo mejor sería guardar distancia para no influenciarlo de ningún modo por el que luego se arrepentiría. A veces pasaba con algunos humanos, desarrollaban esa especia de sexto sentido psíquico o cualquier nombre divertido que inventaran para eso. Alessandro seguro tendría una explicación, pero Alessandro era alérgico a la tecnología por lo que ella no tenía modo inmediato de contactarlo.
Había buscado la palabra juju en internet, aunque no había encontrado ningún tipo de definición que pareciera confiable. Después de pasar un buen rato... Porque lo primero que salía sobre el juju era la definición de un género de música nigeriano, y Luc no parecía nigeriano. Poco sabía de magia pagana. Podía ser eso, o tal vez él había tenido un encuentro muy cercano con un demonio como para haberse contagiado algo.
Mica se estremeció de solo pensar en enfermedades sexuales demoníacas, los incubus y sucubus nunca lo hacían con condón, pero si ese fuera el caso, el chico debería estar bastante muerto a esta altura. Prefería no pensar en eso y el no-fascinante negocio de robar energía vital de víctimas mediante el sexo. Eso, y que ella no sentía nada demoníaco en él, y su olfato nunca le había fallado en ese sentido.
—La magia es complicada —se quejó.
El chico era muy contradictorio, su vida demasiado estructurada con sus horarios y modales como para pensar que era la misma persona que le daba drogas a Joanne en un callejón. Pero le recordaba a ella antes de ser condenada a su actual estilo de vida, y representaba comida gratis. No era una combinación a la que pudiera resistirse.
No se sorprendió al encontrar la puerta abierta cuando llegó a la granja. Sacó del bolsillo de su pantalón la tarjeta que Luc había conseguido solo para chequear que se encontraba en el lugar correcto. El corral cercano lleno de plumas blancas en el suelo parecía también una prueba decente, aunque no había ningún ganso posiblemente milagroso y anti-demonios a la vista. Todo sería tan fácil con un mágico ganso anti-demonios...
La peste fue la primera mala señal. Supo, con solo acercarse lo suficiente para olfatear semejante hedor, que nada bueno podría salir de eso. Soltó un quejido antes de entrar, seguro apestaría cuando saliera. ¿Cuál era el punto de usar un perfume Dior si luego terminaba en sitios como ese? Su sensible nariz tampoco ayudaba, en momentos así odiaba sus sentidos sobredesarrollados.
Su cuerpo se tensó por puro instinto. Llevó una mano a su espalda y acarició la empuñadura de uno de sus cuchillos solo para estar lista. Por supuesto, el sitio tenía que estar a oscuras y lleno de polvo por el abandono. ¿Por qué siempre terminaba metida en cosas así? Al menos ahora sabía por qué el chino había mencionado la ausencia de su proveedor. ¿Y si estaba metiéndose a un callejón sin salida? El sitio no tenía ni una sola cruz, ninguna muestra de algo anti-demoníaco.
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Inflexión
ParanormalMichaela Servadio está segura de una cosa: su alma se encuentra muy lejos de la salvación. Condenada por su sangre, juró servirle a la Iglesia y ayudar a lidiar con sus asuntos demoníacos en un intento por redimirse aun cuando su fe es tan inexisten...