Estaba cansada, pero en el buen sentido.
Esperó que la culpa apareciera, eso nunca sucedió. Esperó por los oscuros pensamientos, tampoco aparecieron. Quizás tuviera suerte y ese día pudiera controlarse más. ¿Qué habría hecho Andrea con Alessandro? Había sido una semana demasiado intensa, merecía ese respiro de libertad.
Giró a su derecha solo para encontrarse con la espalda de Luc. Ya estaba amaneciendo, y ella sabía que era su señal para partir, pero Mica nunca había sido del tipo que huía. Debería huir tras torturar a Alessandro, no luego de tener sexo con Luc. Quizás había sido algo apresurado, probablemente no, no era como si importara en realidad. Mejor cometer errores cuando estos no costaran caros.
No era como si no hubiera tenido la oportunidad de negarse, o detenerlo. No lo había hecho. Tampoco cuando él se había despertado en medio de la noche, y todo había comenzado de nuevo. Y ahora sentía la tonta necesidad de estirar su brazo y tocar la piel de su espalda. Era extraño, terminar una relación y considerar moverse a otra, era imposible escapar de esa mezcla de temor y melancolía como si todo siempre fuera a terminar del mismo modo.
Debió haber sabido que era enoquiano. Debió haber reconocido la escritura enseguida, pero la lengua era tan antigua y ya casi nadie la usaba. Ahora era sencillo ver que se trataba de un sello de protección, para que ningún demonio pudiera localizarlo o hacerle daño, menos poseerlo. Conveniente. Tenía sentido.
¿Cuántos secretos callaría en realidad? ¿Cuántos ella habría logrado descifrar hasta el momento? Ya había superado la ira, e incluso luchado contra el miedo, ahora simplemente estaba en la indiferente aceptación. Luc le había mentido al ocultarle cosas, y Mica también lo había hecho. Ella siempre lo había hecho, y todos le habían creído, excepto Willa. Pero Willa estaba quién sabía dónde, si siquiera seguía viva, y Mica ya no sabía si seguir con la farsa.
Miró sus propias manos, todavía capaz de ver las cicatrices que el tiempo de meditación le había dejado a pesar de que ya había sanado. Podía sentir cada hueso que había sido roto y vuelto a fundir, cada centímetro de su espalda que había sido azotado y curado, cada parte de su cuerpo que se había quebrado y vuelto a armar. No era visible para los demás, y ella misma debía imaginarlo, pero lo sentía perfectamente.
Alas marchitas. Allí estaban de nuevo esas palabras. Las imaginó quebradas y débiles, con plumas ennegrecidas y maltratadas, llenas de cortes y cicatrices por nunca poder recuperarse por completo. Tenía sentido, ella se sentía así la mayor parte del tiempo. Una cosa rota y maltratada, algo que el tiempo había olvidado y había padecido ese olvido.
Estiró el brazo y puso una mano sobre el tatuaje de Luc, él no se inmutó. No se sentía diferente a ningún otro pedazo de su piel, sin relieve ni aspereza como hubiera imaginado. Si cerraba los ojos, sabía que no notaría la diferencia ni podría decir dónde comenzaba y dónde terminaba. ¿Le habría dolido? ¿Cuándo se lo habría hecho?
El despertador sonó. Él lo apagó enseguida, mas no se movió. Simplemente dobló su brazo para alcanzar su mano y entrelazar sus dedos. Mica permitió que lo hiciera. No sentía culpa, solo... No se sentía ella. No se sentía bien lo que había hecho, porque había una parte muy importante de su historia que Luc desconocía.
—Tienes que ir a abrir el café —susurró ella.
—Lo sé —él simplemente apretó su agarre—. ¿Dejarás de intentar ver si es demoníaco?
—Ya sé que no lo es. ¿Cuándo te lo hiciste?
—Trece años.
—¿Se supone que eso es posible?
—Sí con autorización de un mayor.
—¿Tu mami te dejó?
—Creo que ya quedó bastante en claro que ella es bastante liberal en ese aspecto.

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Inflexión
ParanormalMichaela Servadio está segura de una cosa: su alma se encuentra muy lejos de la salvación. Condenada por su sangre, juró servirle a la Iglesia y ayudar a lidiar con sus asuntos demoníacos en un intento por redimirse aun cuando su fe es tan inexisten...