XIV

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Mica disfrutaba de los pequeños placeres que la vida le daba luego de siglos estancada en ese mundo. Un estudio con una hermosa vista de Roma, una cuenta bancaria para cumplir todos sus caprichos luego de años siendo remunerada por sus servicios a la Iglesia, y la mirada de terror de cualquier idiota que se atrevía a cuestionarla cuando finalmente ponía un cuchillo contra su garganta.

Apenas contuvo una risita al ver el horror en la mirada de Rufi cuando se despertó. Se llevó un dedo a los labios para indicarle que guardara silencio y presionó más el cuchillo contra su cuello. Luc estaba durmiendo en la otra habitación, y por lo agotado que lucía y lo difícil que le había resultado conciliar el sueño, ella no deseaba que nada lo despertara. El chico merecía descansar un poco luego de lo que había sido su noche.

—¿Nos conocemos de antes? Me resultas familiar —ella entrecerró los ojos al acercarse más para observarlo mejor—. ¿Quizás te maté en otra vida?

—Las almas no están destinadas a reencarnar —Mica miró el viejo libro sobre su mesa de noche y sonrió sin poder evitarlo.

—¿Cristiano? Eso hace las cosas mucho más fáciles —con su mano libre cogió el rosario de debajo de su ropa y lo apoyó contra la frente de Rufi, luciendo decepcionada al no ver reacción adversa—. Ufa. Me gusta el olor a piel quemada. No eres demoníaco.

—¡Claro que no, mujer!

—¿Entonces qué eres?

—Alguien que salvó tu vida ayer y ahora estás amenazando.

—¿Y estás seguro que no te maté en otra vida? Me recuerdas a un sujeto muy famoso que asesiné, le gustaba pintar. También le gustaba aprovecharse de pintar el Vaticano para espiar y robar información confidencial. Tuve que callarlo cuando se metió en mis cosas —Mica deslizó lentamente el filo del cuchillo sobre su piel—. ¿Quieres saber lo que pasa si te metes en mis cosas?

—No.

—Chico listo. Ahora, tengo una pregunta muy importante que necesito que respondas.

—Con un cuchillo en mi cuello es difícil negarme.

—Se llama persuasión —Mica sonrió con orgullo antes de inclinarse más cerca—. ¿Por qué Luc no quiere una novia?

—¡Me tienes que estar...!

—No hables fuerte que Luc duerme —susurró ella.

—¿Crees que me importa el sueño de ese estúpido cuando metió a una loca a mi departamento?

—Sí, porque él es amable conmigo, así que tú lo serás con él —Mica se inclinó más cerca, bajando su voz y apretando el cuchillo hasta ver una brillante gota de sangre—. ¿Sabes por qué, Raffaello? Porque esta vez no seré tan gentil de matarte con veneno y hacerlo parecer una enfermedad. Me gusta que las cosas que mato, permanezcan muertas, sobre todo si es un fisgón como tú. Han pasado unos siglos. ¿Verdad?

—No sé de qué hablas.

—¿Qué se supone que son? ¿Una secta?

—¿Qué hice para merecer no dormir?

—Estoy despierta y tengo que molestar a alguien, así suele funcionar esto.

—Me compadezco de quien te soporte a diario.

—Nah, ya están acostumbrados. ¿Entonces? ¿Para quién trabajas? Y más importante. ¿Cómo puedo aprovecharme de eso?

—¿Esta táctica suele funcionar?

—Te sorprendería.

—No tengo negocios con la Iglesia.

—Entonces no te metas conmigo.

InflexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora